Campeonas del mundo. Con todas las letras. Por todo lo alto. España borda la primera estrella en su camiseta tras conquistar el Mundial femenino derrotando a la campeona de Europa, Inglaterra, en la gran final en Sídney. Un golazo de Olga Carmona le ha dado a la Roja la eternidad que merecía
Era el día de sus vidas. Todas las emociones estaban a flor de piel desde el principio. Ellas sabían que era su momento. Vilda también. El técnico madrileño armó un once con toda la dinamita desde el principio: Salma y Olga, las heroínas de las 'semis', a domesticar a las 'Lionesses'. Lo mismo debió pensar Sarina Wiegman —confió en su once de gala, con Hemp y Russo en el ataque y sin Lauren James—, pero se equivocó.
Desde el principio se vio a una España tranquila. Sabía cómo tenía que jugar y cómo hacer daño a una Inglaterra nerviosa que no terminaba de acertar. El conjunto británico ocupaba el campo español, sí, pero no se asomaba a la portería de Cata Coll. Pero ya saben cómo es el fútbol de caprichoso: la primera ocasión fue de las Leonas. Lauren Hemp estrelló un balón en el larguero y heló a toda España.
No surtió el mismo efecto con las jugadoras de la selección española, que respondió en la jugada siguiente. Alba Redondo tuvo en sus botas abrir la lata al rematar un centro que se había paseado frente a la portería de Mary Earps, pero le salió centrado. Nadie se acordará de esa ocasión fallada en 20 años, porque solo unos minutos después llegó el gol.
La zurda de Olga Carmona volvió a aparecer para clavar un disparo seco cruzado a la cepa del palo derecho. No esperaba ese remate la guardameta inglesa, ni tampoco su defensa, porque la lateral izquierda acababa de pisar área para controlar un balón perfecto de Mariona Caldentey —qué pausa le puso mientras toda España se comía las uñas de los nervios—.
España se fue al descanso, poco después, con la oportunidad de hacer el segundo, con una jugada muy de Salma. La delantera —ya tiene su triple corona: campeona del mundo sub-17, sub-20 y absoluta— recibió en el punto de penalti el balón y lo estrelló en el palo. La cara de las inglesas retirándose a vestuarios fue un poema: las piernas les temblaban ante una Roja gigante.
Wiegman mandó al campo a Chloe Kelly y Lauren James con un cambio de sistema —del 3-5-2 al 4-3-3— con el pitido inicial del segundo tiempo. Esa había sido la llave de la remontada de Inglaterra ante la selección española en los cuartos de final de la Eurocopa pasada. Pero esos fantasmas ni siquiera se atrevieron a aparecer en Sídney. España ya no es la que era, ahora sabe sufrir y ganar.
Y le hizo mucha falta. Porque el conjunto inglés mejoró mucho, y amenazó aún más. Se quedó ahí, en la sensación de peligro ante el muro defensivo español. Tuvo el gol de la tranquilidad la Roja con un penalti concedido por el VAR —por una mano de Walsh ante Mariona—, pero Earps le adivinó el sitio a Jenni. Tocaba seguir sufriendo. Así se hacen las leyendas. Así se escribe la historia. Porque esta España será siempre recordada.
El final del partido fue agónico. Se añadieron 13 minutos —para recuperar el tiempo perdido por la atención médica a Greenwood y la revisión del penalti—, pero el marcador no volvió a moverse. Pudo haberlo hecho, Ona y Jenni tuvieron ocasiones claras —un disparo raso fortísimo de la lateral al palo derecho que sacó Earps y un remate de Jenni que se estrelló en la defensa—, pero Inglaterra no quería despedirse de la esperanza. Solo tenía eso a la que agarrarse, la Copa del Mundo era de España. Con el pitido final, la Roja estalló eufórica. El banquillo invadió el campo y todo el equipo lloró de alegría. Son las reinas del mundo.
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