Hace pocas fechas salió a la luz un libro sobre la minería de la
fluorita en nuestra región y me sorprendió el que algunos amigos, de los que considero medianamente cultos me preguntaran: ¿qué es la fluorita?, ¿para qué sirve?, ¿pero, hubo minas
de eso?, y una retahíla más de interrogantes. Para ser veraz, no me
cogió de sorpresa tal impericia ya que soy consciente de las enormes
lagunas de conocimiento, incluso en la «clase culta», que existen sobre
el mundo científico y muy singularmente sobre la geología.
El mineral denominado fluorita (una combinación de flúor y calcio)
–espato flúor en el lenguaje comercial– se presenta en forma de
bellísimas agrupaciones cristalinas de agradable colorido que hacen del
mismo un objeto preferente de coleccionismo. La calidad y perfección de
los cristales asturianos es tal que los coloca entre los más apreciados
del mundo y es infrecuente que un museo de geología de cualquier país
civilizado no posea muestras de los yacimientos del Principado; recuerdo
el júbilo experimentado cuando reparé en un espléndido ejemplar de
fluorita procedente de La Viesca (Siero), expuesto en un lugar muy
prominente del Museo de Historia Natural de Londres.
La utilidad de este mineral es muy amplia, dado que no se han
encontrado alternativas a muchas de sus aplicaciones. Entre los campos
de empleo más notables de la fluorita destaca su consumo industrial en
los sectores metalúrgico y químico. En el primero se aprovecha como
fundente en los altos hornos, no debe olvidarse que su nombre deriva del
latín «fluere», con el significado de fluir. En un contexto químico se
utiliza para la obtención del ácido fluorhídrico –para lo cual se
destina un 80-95% del espato flúor ácido–, producto que se utiliza en la
elaboración de un vasto grupo de sustancias (síntesis de gases
refrigerantes, obtención de isótopos radiactivos, desarrollo de
compuestos organofluorados –«freón» o «teflón»–, prótesis, tejidos
artificiales y vasos sanguíneos, etcétera, etcétera). El descenso más
acusado de la actividad minera de la fluorita aconteció tras la firma
del Protocolo de Montreal en 1987, tratado internacional que persigue la
protección de la capa de ozono de la atmósfera mediante el control de
la producción de los productos perturbadores de la misma o su
sustitución por otros de comportamiento inocuo; alrededor de 180 países
se han comprometido ya a cumplir con sus metas de reducción en la
fabricación de gases clorofluorocarbonos (CFC’s) –fabricados a partir
del ácido fluorhídrico– y otros varios, cuya presencia en la atmósfera
es considerada la principal causa del adelgazamiento de la capa de
ozono.
La minería de la fluorita en Asturias ocupa un lugar descollante,
siendo sólo aventajada por la del carbón –la labor minera por
antonomasia–. Prácticamente la casi totalidad del espato flúor que se ha
obtenido en España procede de los yacimientos asturianos, con unos
recursos estimados entre el 70 y 80% del total nacional. Dentro de un
entorno globalizado, España ocupa el sexto puesto detrás de China –ésta
muy destacada–, México, Mongolia, Sudáfrica y Rusia y se sitúa, por
ende, a la cabeza de la Unión Europea.
En Asturias han existido más de treinta minas subterráneas y a «cielo
abierto», repartidas fundamentalmente por Llanera y Corvera (distrito
de Villabona-Arlós), Siero (distrito de La Collada) y Colunga, Caravia y
Ribadesella (distrito de Caravia-Berbes), encontrándose involucradas en
la explotación una docena de sociedades. En la actualidad permanecen
abiertas cinco minas: Emilio (Colunga), Jaimina (Caravia) y La Moscona
(Corvera de Arriba), propiedad de la empresa Minerales y Productos
Derivados, S. A. (Minersa), y otras dos en fase de preparación con
extracciones moderadas –minas de Villabona (Llanera) y La Viesca
(Siero)– a cargo de Preparación Minera del Norte, S. L. (Preminor).
Las actividades mineras de la fluorita comienzan en Asturias en los
albores del siglo XX, al descubrir las obras de desmonte del inconcluso
ferrocarril San Martín-Lieres-Gijón-Musel su presencia en La Collada;
las primeras partidas están constatadas en enero de 1907, según una
pequeña expedición realizada para la Sociedad Duro-Felguera.
La implantación de esta actividad en los yacimientos orientales de
Colunga, Caravia y Ribadesella fue algo más tardía, intensificándose las
prospecciones con los inicios de la Segunda República, al producirse
una notoria adquisición de terrenos, privados o de dominio público, con
vistas a solicitar la apertura de «canteras para fluorita». Pero no es
hasta la década de los 40 cuando empieza su provecho de manera
significante, sustentado por la gran demanda de los mercados de Alemania
y EE UU.
El caso del distrito de Villabona-Arlós es algo peculiar, pues este
ámbito se mantuvo durante bastante tiempo ajeno al interés que
despertaba el mineral en otros lugares del territorio astur, pasando
casi desapercibida su utilidad, y centrándose el laboreo exclusivamente
en la minería del carbón. En efecto, el beneficio del espato flúor
sucede a otro previo de hulla, no haciéndose efectivo hasta 1955; de
hecho en Villabona se llegó a simultanear la extracción de ambos
materiales, reconvirtiendo en un momento dado la producción del carbón
por la fluorita.
El desarrollo industrial derivado de la extracción y concentración
del mineral fluorado fue tan importante para Asturias que supuso la base
primordial del sustento de algunas de sus comarcas. Temporalmente, la
casi totalidad de las poblaciones cercanas a las explotaciones estuvo
involucrada en esta actividad (se sobrepasó el medio millar de
trabajadores), en detrimento de la tranquilidad bucólica que impregnaba
estos parajes rurales. El aprovechamiento de la fluorita transformó a
una sociedad de procedencia agropecuaria en otra de tipo industrial,
debiéndose adaptar el campesinado a unos procesos productivos y a unas
costumbres sociales contrapuestas a las que hasta entonces constituían
su modus vivendi, no resultando fácil su acople a las férreas labores
extractivas. Durante largo tiempo predominó lo que dio en llamarse
«obrero mixto», pues, como medida precautoria, el productor no abandona
las tareas agrarias (huerta, ganado, etcétera) por si falla la aventura
de la mina. De hecho no fueron infrecuentes las ausencias laborales
sospechosamente coincidentes con épocas de faenas agrícolas o fiestas
populares.
Confío en haber contribuido a disipar los interrogantes planteados
por mis amistades sobre la minería de la fluorita y lo que este mineral
significa para Asturias.
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