viernes, 1 de mayo de 2015

Adolf Hitler; 70º aniversario de su muerte, asesinato o farsa.


La muerte de Adolf Hitler,  jefe del Partido Nazi y canciller de Alemania de 1933 a 1945, ha hecho correr ríos de tinta sobre su forma, lugar y fecha exactos. Con el paso del tiempo y la liberación de ciertos regímenes, sobretodo de paises latinoamericanos, y la apertura de archivos secretos de algunas agencias de inteligencia, han dado pie a numerosas teorías sobre el paradero de Hitler después de aquel 30 de abril de 1945, supuesta fecha oficial de su muerte.

Aquí os relato varias de esas teorias, las cuales no parecen nada descabelladas.

LA VERSION OFICIAL: Muerte por suicidio en el Führerbunker de Berlin.

Hitler estableció su residencia en el búnker de la Cancillería el 16 de enero de 1945, desde donde ejerció la presidencia de un Tercer Reich en proceso de desintegración, debido a que los Aliados estaban avanzando tanto por el este como por el oeste. Para finales de abril, las fuerzas soviéticas habían ingresado a Berlín y estaban librando una lucha hacia el centro de la ciudad, donde se encontraba la Cancillería.

El 22 de abril, Hitler padeció lo que algunos historiadores describen como una crisis nerviosa durante una de sus reuniones para examinar la situación militar, al admitir públicamente que la derrota era inminente y que Alemania perdería la guerra. Hizo salir a algunos de la habitación y quedó con Goebbels y Krebs. Hitler entró en un estado de histeria gritando que sus generales lo habían traicionado y que Alemania había sucumbido ante una sarta de traidores y cobardes; después salió de la habitación desmoronado anímicamente. La enfermera Erna Flegel declaró que Hitler parecía quizás 15 ó 20 años mayor tras esa última reunión con sus generales y temblaba fuertemente su mano del lado derecho.



Expresó su intención de matarse y, más tarde, solicitó al médico Werner Haase que le recomendara un método confiable de suicidio. Haase le sugirió combinar una dosis de cianuro seguida de inmediato con un balazo en la cabeza. Hitler tenía una reserva de cápsulas de cianuro que había obtenido por medio de las SS.

El 28 de abril, Hitler se enteró del intento de Heinrich Himmler de negociar independientemente mediante la Cruz Roja Internacional, presidida por el conde Bernadotte, un tratado de paz y lo consideró como una traición; acto seguido ordenó la detención y ajusticiamiento de Hermann Fegelein, enlace de Himmler en el Búnker. Este hecho fue el punto de quiebra emocional para Hitler. Desde entonces, Hitler empezó a mostrar síntomas de paranoia, expresando preocupación sobre la autenticidad de las cápsulas de cianuro que había recibido por medio de las SS de Himmler, por lo que ordenó al doctor Haase que las probara con su perra Blondi. Como resultado, el animal murió de inmediato. Asimismo, se enteró de la ejecución de su aliado Benito Mussolini, víctima del populacho, y juró no compartir su misma suerte.

Después de la medianoche del 29 de abril de 1945,4 Hitler se casó con Eva Braun en una pequeña ceremonia civil en el interior del Búnker, teniendo como testigos a Magda y Joseph Goebbels, con la presencia de Traudl Junge, su secretaria, quien preparaba lo necesario para el testamento político. Antony Beevor sostiene que, después de tomar un modesto desayuno de bodas con su esposa, Hitler llevó a su secretaria Traudl Junge a otra habitación y le dictó su última voluntad y testamento. La redacción duró algo más de dos horas y se prepararon cuatro copias, que salieron inmediatamente a sus destinos. Firmó estos documentos a las 04:00 y luego se retiró a dormir (algunas fuentes señalan que Hitler dictó su última voluntad y testamento inmediatamente antes de su matrimonio, pero todas las fuentes concuerdan en la hora de la firma)

Al amanecer del 30 de abril de 1945, Hitler pidió reunir a todo el cuerpo médico y se despidió de él, ante la estupefacción y sollozos de los presentes. Según Junge, Hitler quedó contemplando pensativo un cuadro del Federico el Grande en su despacho y luego a continuación ordenó que el personal que no fuese indispensable abandonara el Búnker. Hizo llamar a Otto Günsche y a Heinz Linge, sus ayudantes, y les dio estrictas instrucciones de cómo debían actuar en el momento del suicidio y qué hacer con su cuerpo y el de Eva Braun. Günsche inició los preparativos y llamó a Erich Kempka, el chófer de Hitler, para que de inmediato subiera bidones de gasolina hacía la salida del jardín de la cancillería.

Hacia el mediodía, se reunió con sus secretarias y almorzó silenciosamente una comida basada en pastas; luego se despidió de cada una de ellas regalándole una cápsula de cianuro. Posteriormente se despidió de la familia Goebbels, sin hacer caso a las peticiones de Magda Goebbels de no cometer suicidio.

Hacia las 15:30 horas, Hitler y Eva Braun se reunieron frente a la sala de mapas contigua al despacho privado y se despidieron de sus edecanes, Heinz Linge y Otto Günsche, quienes cerraron la puerta; un par de minutos después se escuchó un solo disparo ahogado.

Los edecanes esperaron unos 15 minutos y encontraron a Hitler doblado sobre sí mismo en un sillón exhibiendo una mueca deformada en su boca, con una pistola Walther PPK de 7,65 mm caída de su mano derecha y con un hilo de sangre manchando la cara del líder. Eva Braun no alcanzó a percutir su arma y estaba tendida a lo largo del diván con los ojos aún abiertos; el efecto del cianuro no le permitió el uso del arma.

De inmediato los asistentes de Hitler sacaron ambos cuerpos envueltos en una alfombra. Linge y Günshe transportaron el cuerpo de Hitler en la alfombra, mientras que Martin Bormann y Erich Kempka trasladaron el cadáver de Eva Braun, aunque Bormann trató con muy poca consideración dicho cuerpo. Los cadáveres fueron subidos hacia el patio de la Cancillería del Reich, siendo depositados en un agujero de obús; Otto Günsche roció ambos cuerpos con unos 200 litros de gasolina sacada de los automóviles que aún se hallaban en los sótanos de la Cancillería. Ante la imposibilidad de acercar una cerilla a causa del fuerte viento, Bormann elaboró una antorcha que prendió y se la pasó a Erich Kempka, con lo cual éste pudo poner fuego a los cadáveres. Estaban presentes Joseph Goebbels y otros dignatarios.

La caída de obuses del Ejército Rojo en el patio impidió a los edecanes seguir en el exterior, por lo cual no pudieron supervisar que los restos se consumieran completamente; ante ello, los jefes nazis allí presentes optaron por enterrar ambos cadáveres, aunque debido a las prisas del momento sólo lograron hacerlo superficialmente.

Cuando el 1 de mayo el almirante Karl Dönitz anunció por radio la muerte de Hitler en su búnker, Stalin mostró escepticismo y formuló presión directa a la NKVD y al jefe de ésta, Lavrenti Beria, para que las unidades de la NKVD en Berlín hallasen los presuntos restos de Hitler en el plazo más breve posible. Una unidad especial soviética de la SMERSH se encargó de una exhaustiva búsqueda en la Cancillería del Reich y allí lograron encontrar los cadáveres de Hitler y Eva Braun el 9 de mayo. Las piezas dentales de ambos cráneos se hallaban intactas y fueron comparadas con archivos dentales suministrados por una ayudante del dentista de Hitler; asimismo se realizaron interrogatorios detallados a todos los edecanes y ayudantes capturados en el Führerbunker, con lo cual los hallazgos de la SMERSH quedaron ratificados.

LA TEORIA ALTERNATIVA; La Huida de Hitler hacia Argentina.

Los nazis sabían que iban a perder la guerra ya un par de años antes de que sucediera, y por ello habían preparado un plan de evacuación. el Führer, el gran enemigo que en un momento había parecido invencible, estaba derrotado. Pero aun así era útil en la lucha contra el comunismo en Europa. Esto lo sabían los Aliados y la muerte de Hitler hubiera representado una gran pérdida -si no la mayor que podría ocurrir respecto a los líderes anticomunistas- para una futura contienda contra los soviéticos. En consecuencia Estados Unidos, y especialmente los intereses de la derecha anglo-norteamericana, tenían en claro que había que salvar a Hitler.

Se podía sacrificar, tal como se hizo, una pequeña parte de la “primera línea” nazi, que fue condenada por los tribunales de Nüremberg, pero no al “número uno”. Gozaban también de protección absoluta su legítima esposa, Eva Braun, así como algunos jerarcas que jamás fueron capturados.

Por eso Hitler es evacuado -el plan original fue concebido por los nazis, así como su instrumentación, pero se pudo ejecutar recién a partir del momento que Berlín recibió la luz verde de Washington- hacia un lugar alejado y seguro en el mundo, como lo era la Patagonia.

Cuando los efectivos soviéticos entraron al refugio de Hitler, el líder ruso Joseph Stalin inmediatamente pidió un informe sobre la suerte corrida por el presidente de Alemania. La noticia que le dieron sus generales fue terminante: el hombre más buscado había escapado. En esos mismos términos Stalin comunicó la novedad a Estados Unidos. La ampliación de la impactante información inicial es inquietante ya que los soviéticos afirmaron además que Hitler había huido en avión a Austria y luego a Barcelona. La última etapa fue en submarino, desde Vigo, con rumbo directo al litoral de la Patagonia. Finalmente en automóvil, Hitler y Eva Braun, en un coche con chofer y guardaespaldas —una caravana de por lo menos tres automóviles—, se trasladaron hasta Bariloche (Argentina). Allí se refugiaron en la estancia San Ramón, ubicada a unos 15 kilómetros al este de ese pueblo. Se trata de una estancia de 100.000 hectáreas, con costa en el lago Nahuel Huapi, que históricamente estuvo en manos de alemanes, desde principios del siglo XX, época en que pertenecía a un principado alemán, el de Schamburg-Lippe.

Era claro en aquel momento -con las fuerzas militares de Stalin sobre Alemania y gran parte de Europa- que se estaba en los albores de una nueva situación mundial, que implicaba una creciente tensión entre los países aliados y el gobierno de Moscú. En definitiva, se enfrentaba el capitalismo contra el comunismo ateo. Los nazis rechazaban la ideología de Carlos Marx y, a diferencia de la ideología de izquierda, permitían la existencia del capital y la iniciativa privada. La economía alemana tenía un fuerte control estatal pero consentía a las empresas particulares y a la propiedad privada. Por lo tanto la posición del Tercer Reich era más cercana a Washington que a Moscú.

El “salvataje” de Hitler significaba un triunfo ante el amenazante “peligro rojo”, dispuesto a avanzar sobre otros países del globo. Era una garantía, una precaución. Una forma de asegurarse la supervivencia de un líder que, a no dudarlo, quizás podía ser útil en el día de mañana. Ese momento futuro se vislumbraba como una tercera guerra mundial -había que hacer retroceder a los rusos de Europa hacia el Este por todos los medios posibles- que podría comenzar a los pocos meses de haber culminado la Segunda. Esto ya estaba en los planes de las potencias aliadas.

¿Quién podría comandar ese combate en Europa contra los soviéticos?
¿Quién con un solo discurso pondría en pie al ejército alemán?
¿Quién haría levantar a las masas en contra de Moscú?

Evidentemente el dirigente más capaz para esa “cruzada” era Hitler. Y el ejército ideológicamente mejor preparado, para ese combate contra el comunismo, era el nazi.
Cuando Berlín se rinde, el 8 de mayo de 1945, los estrategas estaban viendo el día después, el reparto del mundo, el próximo conflicto en puerta y todo lo que ello significaba.

Esta explicación, acerca de la “obligación” de salvar a Hitler, quizás no hubiera sido comprendida hace algunos años atrás, cuando todavía en el mundo occidental se pensaba que había un bando bueno y otro malo. El primero liderado por Estados Unidos, y conformado por países así como sectores empresarios y políticos afines, con intereses comunes, y con “buenas intenciones”. Enfrente el nazismo. De haber sido realmente así Hitler no hubiera tenido escapatoria…

Hitler murió en 1962 bajo el nombre de Adolf Schütelmayor y tuvo dos hijas con Eva Brown.

LA TEORIA PARAGUAYA

Según esta teoria, Hitler habria vivido en Argentina solo durante los dos primeros mandatos de Perón (1946-1955) y después se traslado a Paraguay, y quedo bajo la proteccion del dictador Alfredo Stroessner, y donde habría muerto en 1971. Sus restos habrían sido enterrados en la cripta de un búnker subterráneo bajo un edificio hoy ocupado por un hotel.

LA TEORIA CHILENA; La gran escapada.

Según se excribio en un diario chileno de 1948, “El 30 de enero de 1945, el capitán Peter Baumgart transportó a Adolf Hitler, a Eva Braun y a un grupo de leales amigos, desde Tempelhof (aeropuerto de Berlín) hasta Tondern, en Dinamarca, y desde allí a Kristiansand, en Noruega, donde les esperaba la flotilla de submarinos”.

Aquí es necesaria una explicación aclaratoria. Los últimos personajes que llegaron o salieron de Berlín –mejor dicho, del búnker de Hitler– en el mes de abril, lo debieron hacer en pequeños aviones que podían aterrizar o despegar desde una amplia avenida frente al edificio de la Cancillería del Reich (sede del Partido Nazi), conocida como el Eje Este-Oeste, por lo cual es muy posible –y eso nos permite fijar con mayor exactitud la fecha de la fuga– la presencia del Arado 555. Este avión era capaz de transportar a varios pasajeros, lo que es imposible para un pequeño monomotor que a lo sumo transporta a dos o tres personas. El Arado era un monstruo del aire, pero llegó demasiado tarde, como muchas otras armas secretas de Hitler. Se trataba del primer avión a reacción del mundo, dotado de seis motores y capaz de ir desde Alemania a Nueva York, dejar caer cuatro toneladas de bombas y regresar a su base, sin reabastecerse de combustible.

Pero hizo su aparición cuando ya Alemania había perdido la guerra y el único aparato que salió de la fábrica Arado sólo sirvió para rescatar a Hitler desde su refugio y llevarlo a Dinamarca.

Ahora, si el Arado despegó desde Tempelhof significaría que la fuga se inició, a lo menos, una semana antes que terminara el mes de abril, ya que en esos días los rusos se apoderaron del aeropuerto, único que permitiría operar al gigantesco bombardero intercontinental.

UN PARAISO PARA HITLER

Las maniobras del almirante Karl Doenitz durante abril despejan cualquier duda que se pudiera tener sobre su rol en la fuga del Führer. Dos años antes, en 1943, cuando Doenitz era el comandante de la flota submarina de los nazis –en esa época el arma más poderosa de Alemania– declaró a un grupo de periodistas alemanes: “Mis submarinos descubrieron un paraíso en la tierra, una admirable fortaleza para el Führer, en algún lugar del mundo. Allí podrá (Hitler) trabajar con plena tranquilidad, preparando sus nuevos planes”.

No aclaró el almirante dónde estaba ese paraíso, pero no debe haber sido la Antártida. También era ilógico pensar en Argentina, que se llenó de criminales de guerra al término del conflicto, y donde los comandos judíos buscaban afanosamente a los prófugos del Tercer Reich. Para Hitler, esconderse en Bariloche, como se ha teorizado, era refugiarse en la boca del lobo.

Volviendo a Doenitz, poco antes de la debacle final, Hitler saca de su cargo al comandante en Jefe de la Armada, el Gran Almirante Raeder y nombra a Doenitz en su reemplazo. Obviamente, una medida muy estratégica del Führer. El nuevo jefe naval cambia la sede de la Comandancia en Jefe del arma, que estaba en Pilau, a orillas del Báltico, y la lleva a Flensburg, donde funciona la Escuela Naval de la Marina. ¿Cuál es la razón de este cambio?

Pilau está en el camino por donde llegan a Berlín las tropas rusas; Flensburg se ubica al norte de Alemania, también a orillas del Mar Báltico, pero fronterizo con Dinamarca que permanece en poder del Ejército alemán. Un poco más al norte de Dinamarca, tras cruzar un estrecho, está Noruega –también en poder de los nazis–, y en la esquina misma del territorio noruego, el puerto de Kristiansand, donde se reúne la flotilla del gran escape. Esto significa que un vuelo desde Berlín a Flensburg, se realiza sobre territorio controlado por Alemania, aunque los rusos ya dominen la capital del Reich.

Instalado en la Escuela Naval, Doenitz ordena que una promoción completa de submarinistas se ponga bajo sus directas órdenes y como las conversaciones sobre rendición ya están muy avanzadas con el enemigo, manda radiar un orden de rendición a todos los submarinos que navegan por el mundo. Todo este panorama tiene una sola explicación: los submarinistas van a integrar la flotilla del gran escape (¿ para qué otra cosa necesita submarinistas, si la guerra está terminando?). En cuanto a la orden de rendición a los submarinos es muy evidente su intención. Cuando el enemigo se entera de tal orden cesa de perseguirlos, porque centenares de dichas naves comienzan a aflorar a la superficie del mar con bandera blanca. De este modo, la flotilla del gran escape navega casi tranquilamente rumbo a Chile.

DE CABO VERDE AL SUR DE CHILE

La flotilla, compuesta a lo menos por seis submarinos, sale de Noruega al Mar del Norte y bordea el sur de Islandia. Ya en el Atlántico, la travesía se cumple sin inconvenientes. Pero cuando la flotilla –que navega sumergida– pasa entre Africa y Brasil, frente a las islas del Cabo Verde, se rompe la tranquilidad de la navegación.

Es la madrugada del 4 de julio de 1945. Un destructor brasileño choca inesperadamente contra un submarino que, al parecer por la escasa profundidad en que ocurre la colisión, se estaba sumergiendo. Del barco brasileño se alerta a otro destructor que patrulla en las cercanías y todo indica –por lo que sucedió después– que los dos submarinos encargados de proteger el convoy del Führer se quedan en las proximidades del incidente para detener a los brasileños, mientras el resto de las naves escapa raudamente con rumbo sur.

El segundo destructor, que llega cuatro horas después en apoyo del primero es el Bahía con una dotación de 360 tripulantes. La situación se complica para los alemanes y uno de los submarinos de combate dispara un torpedo contra el buque recién llegado. El impacto da justamente en la proa y muy cerca de la santabárbara, por lo que la explosión causa un serio daño a la nave que comienza a hundirse con letal rapidez. De sus 360 hombres sólo se salvan 40.

Una semana después, el 12 de julio, otro destructor brasileño que ha permanecido en el área donde se hundió el Bahía detecta a un submarino y lo ataca con cargas de profundidad. Es fácil suponer que el submarino permaneció sumergido, esperando que los perseguidores se convencieran de que había escapado, para poder reanudar su travesía.

Es posible suponer que por razones estratégicas y conversaciones de muy alto nivel entre alguna autoridad nazi “sumergida” y el Gobierno argentino –claramente pro nazi–, los dos submarinos de combate cambien su trayectoria y no sigan en el convoy del Führer. Por ello, el 10 de julio se rinde en Buenos Aires el U-530, al mando del teniente de navío Otto Weirmutt y su tripulación de 54 hombres.

En medio de estas historias de rendiciones, la prensa argentina informa de avistamientos de a lo menos otros tres submarinos, uno de los cuales es apresado por la Marina, pero dejado libre después, al decir de la prensa. Tales navíos desaparecen rumbo al sur.

La flotilla del gran escape, entretanto, ha entrado al Pacífico. El submarino que transporta a Hitler fondea en el refugio que el almirante Karl Doenitz calificara como “paraíso en la tierra”, y que no es otro que la hoy llamada isla Friendship, en la provincia de Aisén. Otro submarino llega hasta Valdivia, donde es hundido por su tripulación. Un tercer navío reposa en Bahía Mansa y un cuarto submarino es detectado y perseguido por la Fach en Iquique, pero escapa y hoy se encuentra hundido en la costa de Antofagasta.

Un quinto submarino fue dinamitado, hundido y reflotado en una playa de la Séptima Región, pero esa nave nos cuenta otra historia, porque fue escenario de un asesinato múltiple.

¿Quiénes tenían interés en dinamitar ese submarino, instalado al costado norte y muy próximo al faro Carranza, un faro de la Armada chilena? Tras el análisis de los sucesos ocurridos en el refugio berlinés de Hitler, es forzoso arribar a una sola conclusión: Martin Borman, canciller del Partido Nazi y su hombre de confianza. En los dos últimos meses de la guerra, ninguno de los generales o mariscales del Reich tenía acceso al Führer si Borman no lo autorizaba. Su sistema era simple: aparentando relevar al jefe de sus agobiadoras tareas, “filtraba” las visitas, hasta que llegó un momento en que el Führer se tornó invisible para sus generales y líderes políticos. Sólo tres de los sátrapas del dictador no eran manejados por el canciller del partido: Goebbels, Goering y Himmler.

No cabe la menor duda de que fue Martin Borman quien ideó el gran escape, convenciendo al Führer de huir de Berlín –y de Alemania–, porque, al parecer, Hitler realmente quería morir en el Fuhrerbunker. También es evidente que Borman abandona el refugio mucho después que Hitler, en el pequeño submarino hoy abandonado en Carranza. Llegados al lugar elegido y descargados los valores que transportaba, decide eliminar a los tripulantes –quizás no a los oficiales– y para ello debe haber instalado una carga explosiva en el sector de los torpedos, donde están las literas de los marinos, la que estalló cuando éstos dormían. Hay un testigo que escuchó la detonación en horas de la madrugada.

Para ese genio maléfico que era Borman, un grupo de marinos era un potencial peligro de contar lo que sabían, decidiendo su eliminación.

Muchos años después, el administrador de la Estancia Flora, Florencio Arellano, le dijo a este periodista que unos alemanes que llegaron en avión se llevaron el contenido del barco, y mostró el cable que sirvió para reflotarlo, montando un andarivel para transportar la carga hacia la playa.

LA TEORIA ESPAÑOLA; Con ayuda de Franco.

Según esta teoria, durante el asedio al Bunker, Hitler huyó por los pasadizos subterráneos de Berlín y llego a España con la ayuda del dictador Franco, aquella misma noche del 30 de abril, según confirmó un tal sr. Aceituna, chofer del dictador español, que habría recibido órdenes para recoger de un avión alemán a un señor de entre 50 y 60 años y llevarlo al palacio de El Pardo. Durante el mes de mayo Hitler se habría hospedado allí, en el ala este, que habría estado absolutamente aislada y asistida por personal que hablaba alemán. Pero Hitler no se quedó en Madrid. Días después viajó a Argentina, como muchos otros oficiales nazis que huyeron del continente a través de nuestro país aliado. Aunque volvería tiempo después a España. Y esta vez ya para quedarse. El líder nazi habría muerto por causas naturales el 2 de septiembre de 1947, a los 58 años. Y fue enterrado inicialmente, por orden de Franco, en un panteón donde reposaban los restos de una familia cercana a la del General. Hasta que en 1969 Franco ordenó que se exhumaran sus restos y se enterraran con una lápida casi anónima en un cementerio de la capital. Se dice incluso que Hitler no murio de muerte natural, si no mandado asesinar por el mismo Franco.

LA OTRA TEORIA ESPAÑOLA; Murió en un convento gallego.

Según esta teoria, Hitler salió el 29 de abril de 1945 muy de mañana de Berlín en un avión trimotor y aterrizó en un pueblo llamado Córneas, entre montañas de Lugo, donde le esperaba una escolta de guardias civiles con un arreo de mulas con grandes alforjas, llenas de barras de oro y otras reliquias. Se dirigió a Samos pasando por Cebreiro, el Hospital y Triacastela, donde le esperaba una comisión del convento de Samos. Se hospedaron alli unos veinte altos cargos alemanes e italianos. De sobra es sabido que Galicia era un enclave estratégico para el führer. Los alemanes tenían aquí minas de wolframio, antenas en Cospeito, submarinos en la costa atlántica, un aeródromo en Rozas (Lugo) e incluso alguna tumba en el cementerio de San Amaro (A Coruña). En 1951 un sospechoso incendio asolo el convento, el cual se dice que fue con el proposito de quemar los rastros de Hitler.

LA TEORIA DE LA TRAICION DE GOEBBELS:

Cuando se encontraba todo el gabinete politico encerrado en el bunker y asediado por el ejercito rojo, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels, el jefe de la Cancillería Martin Bormann, y alguno más de los cercanos al Führer, habían descubierto que éste era judío (se sabe que Hitler era adoptado). Como la guerra estaba perdida, el día de su cumpleaños conspiraron la forma de acabar con él y escapar del bunker. Mientras Bormann retiraba posibles testigos del jardín de la Cancillería, Goebbels mató a Hitler de un tiro en la cabeza, después de acusarlo de ser judío. Horas más tarde, y tras haber convencido a su esposa de la imposibilidad de escapar y lo que sería de ellos si caían en poder de los rusos, Magda Goebbels acostó a sus seis hijos, adormeciéndolos con un somnífero, y luego los hizo envenenar por un oficial médico.

Después, ella se acostó en un camastro al lado de sus hijos, tomó una cápsula de cianuro, mientras Goebbels fingía que también la tomaba. Una vez muerta su mujer le disparó y colocó a su lado el cadáver de Hitler. Los roció con gasolina y les prendió fuego. Mientras ardían, él se disfrazó con un hábito religioso y en compañía de otros nazis y sacerdotes, se escapó del fortín blindado. Cuando llegaron los aliados al interior del bunker, encontraron los cadáveres semicarbonizados de los presuntamente esposos, junto a las de sus dos hijas.

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