Durante los minutos previos a la confirmación, se vivió una gran expectación en el salón de actos del Centro Europeo de Astronomía Espacial de la ESA (ESAC), de Villanueva de la Cañada (Madrid), abarrotado de periodistas y científicos, que estallaron en aplausos a las 17.02, al mismo tiempo que recibían la señal los investigadores e ingenieros que desde el Centro de Operaciones de Darmstadt (ESOC), en Alemania, controlaban las maniobras.
En el hall de ESAC, las copas y las botellas de cava ya estaban listas para brindar por este hito de la carrera espacial: por primera vez, un objeto creado por el hombre lograba aterrizar en un cometa. En el pasado se han enviado varias misiones robóticas para estudiarlos, pero ninguna se había posado sobre alguno de estos objetos celestes que, según creen los científicos, conservan intacto parte del material a partir del cual se formaron los planetas del Sistema Solar, hace unos 4.500 millones de años.
67/Churyumov-Gerasimenko (que empieza a ser conocido popularmente como Chury) fue bautizado con ese nombre en honor a los astrónomos ucranianos que lo descubrieron en 1969, el mismo año en que el hombre pisó la Luna por primera vez. Aunque Rosetta es una misión de exploración robótica, algunos científicos comparan su trascendencia con la del Apolo 11, tanto por los retos tecnológicos que plantea el aterrizaje en una roca helada tan inestable como un cometa, como por los datos científicos que puede proporcionar.
Por primera vez también, la nave Rosetta será testigo durante el próximo año de cómo estos objetos se transforman cuando se acercan al Sol, que es el principal objetivo de esta misión en la que Europa va a a invertir un total de 1.300 millones de euros.
La fase del aterrizaje de ayer, sin embargo, fue probablemente la más espectacular y mediática. Sobre todo, teniendo en cuenta que la sonda Rosetta y el robot Philae se encuentran a a 511 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, en un lugar entre las órbitas de Júpiter y Marte.
Los arpones no se desplegaron
Una vez que llegó la confirmación de que el robot Philae, un cubo de unos 100 kilogramos de peso, se había posado sobre el cometa, los responsables de la misión afirmaron que los arpones se habían incrustado en su superficie. Sin embargo, dos horas más tarde admitieron que ese dato no era correcto: el robot no había logrado desplegar estos crampones, que son los que evitan que rebote debido a la poca gravedad que hay en el cometa. El plan previsto era que estos arpones hubieran penetrado en su superficie en cuanto se hubiese producido el contacto con el suelo.
Además de los arpones, el robot lleva incorporado en sus patas otro dispositivo para sujetarse, unos tornillos que están diseñados para evitar desplazamientos laterales. También contaba con otro sistema secundario en el que se detectó un fallo en la madrugada de ayer, durante las comprobaciones que se realizaron antes de dar el visto bueno al inicio de la operación. Pese a esa avería, al tratarse de un sistema extra de sujeción, se decidió dar luz verde a la separación de la nave y del robot.
«Sabemos que hemos tocado el cometa. El aterrizaje se produjo cuando lo anunciamos», aseguró Stephan Ulamec, jefe del robot Philae, durante una comparecencia en la que confirmó que los arpones no se habían anclado. «Es complicado aterrizar en un cometa y es muy difícil comprender lo que ha ocurrido durante y después del aterrizaje.
Estamos mirando todos los datos que disponemos, que son muchos, pero todavía no sabemos bien lo que ha ocurrido. Vamos a intentar interpretarlos y este jueves sabremos más», afirmó.
«De momento sólo podemos especular sobre lo que ha podido pasar», añadió antes de explicar las hipótesis que barajaban. Así, señaló que una posibilidad es que, después de tocar el cometa y al no desplegarse los crampones, el robot habría podido rebotar para posteriormente, haber vuelto a tocar su superficie. «Quizás no sólo hemos logrado aterrizar una vez, sino dos», bromeó Ulamec.
El científico explicó que, tras el descenso, habían detectado «fluctuaciones», tanto en la potencia como en la señal de comunicación entre el robot Philae y la sonda Rosetta, que iba subiendo y bajando. Asimismo, comprobaron que había fluctuaciones en la generación de potencia de los paneles solares que lleva Philae, los mismos que le deben permitir hacer experimentos científicos durante unos tres meses. Estas variaciones parecían indicar que el robot se estaba moviendo, y una de las explicaciones es que estaba rebotando porque el anclaje al suelo no se había llevado a cabo con éxito.
No obstante, Ulamec destacó que estaban recibiendo correctamente muchos datos procedentes de los instrumentos que lleva a bordo el robot, tanto las telemetrías (los datos de ingeniería) como datos científicos. «Vamos a analizarlos esta noche para intentar entender qué ha ocurrido», añadió el científico, que destacó también las bellas imágenes que el robot había logrado transmitir, tanto desde el inicio de la separación con la nave como durante el aterrizaje.
Gracias a esas fotografías han podido comprobar también que el lugar en el que se ha posado está muy cerca del punto que esperaban, como destacó Paolo Ferri, otro de los responsables de la misión Rosetta: «Ha sido un aterrizaje muy preciso», señaló Ferri, que insistió en que había que esperar también a tener más información sobre el fallo en los arpones.
El director de la ESA, Jean-Jacques Dordain, también pidió a los periodistas «paciencia» y más tiempo para poder entender qué ha fallado.
Por su parte, Miguel Pérez de Ayúcar, uno de los científicos españoles que trabaja en la misión Rosetta desde el madrileño Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC), destacó que Philae ya ha estado haciendo y transmitiendo ciencia: «El fallo en los arpones seguramente tendrá implicaciones. Tendremos que ver cuáles son pero, en principio, la misión del robot sigue adelante y es posible que pueda hacer el programa de experimentos previsto», explicó anoche a EL MUNDO. No obstante, Pérez se mostró cauto y subrayó que habrá que esperar a los análisis de los datos que se harán durante la noche para valorar las consecuencias de este fallo en los sistemas de sujeción.
El objetivo principal de posarse sobre el cometa, en cualquier caso, se ha cumplido, de modo que tanto antes como después de conocerse que los arpones no se habían desplegado, no cesaron de llegar las felicitaciones al equipo de Rosetta.
La alegría tras conocerse que se había logrado aterrizar era visible en la cara de los numerosos científicos y responsables políticos que fueron interviniendo durante el programa que fue retransmitido por Internet y coordinado desde el Centro de Operaciones de Darmstadt. El científico italiano Roberto Battiston no pudo resistir la tentación de utilizar la célebre frase de Neil Armstrong: «Ha sido un pequeño paso para un robot, pero otro gran paso para la Humanidad», señaló entre risas y aplausos de sus colegas.
«La misión Rosetta es una prueba de lo que podemos conseguir cuando trabajamos juntos», declaró durante la fase del descenso del robot Philae el español Álvaro Giménez, director de ciencia y exploración robótica de la ESA. Para Giménez, este tipo de misiones no son sólo importantes por la ciencia y la tecnología que generan sino porque sirven como inspiración para los jóvenes. Entre el público que acudió al acto de ESAC, de hecho, había varios estudiantes de ingeniería industrial y aeroespacial de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) invitados por la ESA a presenciar el primer aterrizaje en un cometa.
«El mayor problema de tener éxito en algo es que parece fácil. Pero estos éxitos no caen del cielo, sino que se consiguen gracias al trabajo duro y al conocimiento. Porque la única manera de asumir riesgos y tener éxito es mediante el conocimiento y el buen hacer», afirmó Dordain antes de que se conociera la avería. El director de la ESA agradeció la dedicación de sus científicos y subrayó que esta misión es fruto «del trabajo en equipo» entre personas de distintas nacionalidades. «El aterrizaje de hoy es un gran paso para la civilización. Y [los europeos] hemos sido los primeros en hacerlo», añadió.
La misión Rosetta se puso en marcha hace más de 20 años. El ingeniero Víctor Rodrigo, ex director de Crisa, fue uno de los españoles involucrados en su gestación. Según recuerda, Rosetta se proyectó inicialmente para aterrizar en otro cometa llamado Wirtanen, pero los retrasos que se fueron acumulando hicieron que la misión fuera inviable debido a la trayectoria del cometa. «Fue un gran éxito de la ESA, y alivio para nosotros, los industriales, conseguir identificar un nuevo cometa, el Churyumov-Gerasimenko, que podría encajar con el perfil de la misión», señala.
El ingeniero subraya que gran parte de los equipos que en su empresa desarrollaron para Rosetta se utilizaron también en otros proyectos, como Mars Express y Venus Express, «lo que abarató el coste de estas misiones notablemente». Entre los grandes retos a los que se enfrentaron para poder hacer realidad una misión como ésta, Rodrigo menciona el trabajo para lograr «que el satélite funcionara durante 10 años a una distancia donde los paneles solares son muy poco eficientes».
«Para saber si una misión ha sido un éxito no necesito mirar los ordenadores o datos que no comprendo, sino mirar la cara de estos científicos», afirmó rotundo el director de la ESA, Jean-Jacques Dordain, para cerrar la última de las comparecencias de ayer. «Y sus caras me dicen que ha sido un gran éxito y que hoy ha sido un gran día».
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