domingo, 12 de octubre de 2014
12 de octubre, conquista y genocidio.
En 1930 Bertolt Brecht, escribía en su obra 'La excepción y la regla': “Sobre todo examinen lo habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos cotidianos no digan nunca “es natural”. En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada nunca digan “es natural”. Para que todo pueda ser cambiado, reconozcan la regla como abuso. Y donde aparezca el abuso, pónganle remedio”.
Es decir, mantener las tradiciones por el simple hecho de serlo es tan absurdo y estúpido como pretender conservar la miseria por el hecho de haber sido frecuente y habitual. Y la derecha se caracteriza, en otras cosas, por ese apego a las tradiciones heredadas que no considera, en absoluto, su beneficio o su perjuicio, su bondad o su maldad, sólo que existieron en el pasado y benefician a sus propios intereses. Y se aferran, por ideología, a hechos aberrantes por oscuros y macabros que sean, aunque perpetúen la barbarie y la muerte; como las corridas de toros, o como El Toro de la Vega , o como la caza, o como el desprecio a la ecología, o como la misoginia, o como la negación del pluralismo ideológico y social. De hecho, ya vemos qué poco respetan y quieren a los españoles esos que tanto defienden la tortura y tanto celebran la “hispanidad”.
Solemne día para algunos el de La Hispanidad, ese concepto tan enfático, subjetivo y poco claro que alude a la expansión, desde finales del siglo XV, de lo español en el continente americano; lo cual, a estas alturas, considero un gran “entuerto” que cuestionarse o, al menos, que intentar analizar. Desde que era niño y en el colegio me contaban las grandezas hispanas de la conquista de América y de esa santa cruzada que llenó a España de grandeza y oros mil, el asunto no me acababa de cuadrar. Aquellas fotos en los libros de “Sociales” de los conquistadores con espada y cruz en manos, subyugando a aquellos “pobres salvajes” que había que cristianizar, me inspiraban rechazo y me desconcertaban, porque les intuía con el papel cambiado. Vislumbraba como verdaderos salvajes a los conquistadores, y a los habitantes de aquellas tierras como las víctimas de sus cruces y sus espadas.
Y el tiempo, los libros y el uso de mis entendederas dieron la razón a esa intuición infantil. Desde diversas fuentes se considera la Conquista de América como uno de los más grandes genocidios de la historia de la humanidad. “Un siglo después de la llegada de las carabelas de Colón, de los más de setenta millones de indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y a las enfermedades nuevas que les llevaron los europeos...
La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio; el repudiable comercio de seres humanos, al arrancar a millones de africanos de su tierra ancestral como mano de obra esclava para trabajar en las minas y canteras del "Nuevo Mundo".
Probablemente lo que algunos defienden como glorioso quizás sea algo de lo que histórica y humanamente nos tengamos que avergonzar; y quizás lo que llaman “descubrimiento” no fue otra cosa que una despiadada invasión que llenó aquel hermoso continente de muerte, de exterminio y de saqueo. Por mi parte, el 12 de octubre no celebraré ninguna “hispanidad”, sino algo mucho más universal, la milagrosa pervivencia y resistencia de los pueblos indígenas del mundo, de sus culturas exterminadas y de su profunda y lúcida espiritualidad.
Mientras tanto, busquemos otra fecha para celebrar el día patrio, por favor.
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