Ex-jugador y entrenador de futbol, presidente de honor del R. Madrid CF, conocido como la "saeta rubia", Alfredo Di Stéfano, ha fallecido hoy a la edad de 88 años despues de no superar las secuelas de una parada cardiaco-respiratoria.
El deporte rey se queda sin uno de sus mitos de mayor éxito y talento, porque Di Stéfano, hijo de un emigrante italiano y de una madre de ascendencia francesa que vivían de la agricultura y la ganadería, marcó la historia del fútbol y cambió la del Real Madrid. Encontró en el balón un camino de diversión y de ayuda familiar, una válvula de escape para luchar contra la cruda realidad en una barriada de Buenos Aires y un elemento indispensable para forjar una leyenda. Luchador infatigable y un portento físico y técnico, fue un precursor del jugador total que alcanzó la gloria con el Real Madrid.
De niño daba patadas a una lata de conservas y sufrió su primera desilusión cuando los Reyes Magos le regalaron una pelota de goma y unas zapatillas en vez del balón y las botas de fútbol que había pedido. A los 15 años abandonó los estudios y trabajó durante un tiempo en el negocio de la familia, pero su vida ya estaba unida al fútbol. Dos años antes había superado una prueba con River Plate, equipo en el que militó su padre, y pronto dio el salto de los infantiles a la primera plantilla.
Consagrado con el título del campeonato argentino y máximo goleador de la competición en 1947, la selección le estaba esperando. Con la albiceleste se proclamó campeón de Sudamérica, aunque con Argentina sólo jugó seis partidos. Colombia, el Millonarios, sería su destino, a causa de una huelga de futbolistas argentinos y del interés de los clubes del país ‘cafetero’ por fichar a los mejores del continente. Se nacionalizó español en 1956, aunque la mala suerte le impidió participar en algún Mundial.
Madrid y Barça pelearon por él
Después de cuatro exitosas temporadas en el equipo de Bogotá, Real Madrid y Barcelona se disputan su fichaje, y dado que ambos clubes aseguran disponer de sus derechos, debe intervenir la Delegación Nacional de Deportes. Decide que Di Stéfano juegue una temporada en cada equipo, pero el Barça no acepta y es el Madrid de Santiago Bernabéu el que se hace con sus servicios, para convertirse con él en el mejor club del siglo XX. En el Madrid empezaba a gestarse el mito de la ‘Saeta Rubia’, apodo que le puso un periodista de su país, del que Di Stéfano ha sido el mejor embajador en el mundo. Su abuelo le llamaba ‘Estopita’, por el parecido de su cabello con la estopa para limpiar los barcos.
Di Stéfano, durante un partido como jugador del Real Madrid.
Su traspaso de River Plate al Millonarios se vio rodeado de ataques y amenazas de sus antiguos clubes y la prensa de su país. También tuvo que hacer frente a una complicada situación por la guerra que se declaró entre el Madrid y el Barça. Ello contribuyó a endurecer el carácter de un jugador que reconocía tener menos calidad técnica que Maradona pero cuyo despliegue físico, inteligencia y capacidad goleadora le convertían en un futbolista ‘10’.
En el club con el que ganó las cinco primeras Copas de Europa de la historia y ocho títulos de Liga, su fuerte personalidad le enfrentó a Bernabéu y a Miguel Muñoz. Tras perder la final de la Copa de Europa de 1964 ante el Inter de Milán, mantuvo una discusión táctica con el entrenador que provocó su salida en falso del Real Madrid como jugador. Regresaría como entrenador dos décadas después, y en los últimos tiempos sólo se distanció del club durante el mandato de Lorenzo Sanz, ya que también fue asesor de la presidencia con Ramón Mendoza.
Secuestro
En el Madrid, donde se le obligaba a lanzar penaltis contra su voluntad, también tuvo que padecer una infección interna de rodilla y unos problemas estomacales por comer una conserva en mal estado. Fue víctima de un secuestro, en un hotel de Caracas, en 1963, cuando un grupo con reivindicaciones políticas aprovechó la fama de la mayor estrella futbolística del momento y le mantuvo retenido durante tres días. Esas dramáticas horas sin libertad coincidieron con el séptimo cumpleaños de su hijo, llamado como él. Fue uno de los seis que tuvo con Sara Freites, cuyo fallecimiento, en mayo de 2005, supuso otro durísimo golpe anímico para un hombre demasiado afectado ya por las lesiones de corazón y la diabetes.
Pidió a los secuestradores del Frente de Liberación Nacional de Venezuela que le protegieran las piernas en caso de que se produjese un tiroteo con la policía. No fue necesario, porque el rapto culminó sin violencia. Le quedaban sus últimos años de futbolista en el Español para cerrar una gloriosa carrera que tendría continuación en los banquillos. Llevó al Valencia a ganar en 1971 el único título de Liga que consiguió como entrenador en España, y también la Recopa, en 1980. Con el Madrid, al que dirigió en dos etapas, llegó a acumular como técnico cinco subcampeonatos en la misma temporada: 1982-83.
«Gracias, vieja»
Más allá de colores y rivalidades, sus logros le hicieron ganarse el respeto y la admiración de quienes fueron sus enemigos deportivos. Consideraba que todo lo que fue se lo debía a la pelota, y por ello llegó a hacerse una escultura en su casa en la que figuraba en su pedestal la siguiente leyenda: «¡Gracias, vieja!». Así se titula también su libro de memorias, publicado en 2000, el mismo año en el que Florentino Pérez, tras ganar las elecciones, recurrió para ser presidente de honor al mayor símbolo vivo del madridismo. Él representaría al club en sus desplazamientos al extranjero.
Su débil salud, empero, no le permitía viajar últimamente y, en silla de ruedas, su labor se limitaba a actos oficiales, a acompañar a Florentino en la presentación de los fichajes y a entregarles su nueva camiseta. Ello no impidió que este hombre de raza y de ácido sentido del humor, de célebres frases que nunca morirán con él, llegase a criticar días antes de su despedida la política deportiva del presidente, cargase contra la plantilla y pidiese a la afición que animase más al equipo para superar su crisis de juego y resultados. Una anécdota en comparación con el adiós de un mito.
D.E.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario