Hoy es habitual acudir a un quiosco y ver en el expositor revistas cuyas portadas están ilustradas con titánicas imágenes de hombres hipermusculados. Igual de corriente es ver en las páginas de esas publicaciones anuncios de suplementos nutricionales que ayudan a mejorar el físico; o ver esos productos en tiendas especializadas o herbolarios. Hoy el fitness, esculpir el cuerpo a base de sesiones de gimnasio, es un hábito de vida para muchas personas. Y esa forma de vivir, ese culto al cuerpo, posiblemente comenzó con Joe Weider. Este canadiense, fallecido ayer a los 93 años, construyó todo un imperio basado en el culturismo. Fundó revistas como Muscle and Fitness, vendidas en todo el mundo; comercializó todo tipo de suplementos nutricionales, y organizó certámenes como Mister Olympia, considerado el Mundial de la disciplina. Fue un pionero, un visionario que supo ver que detrás de la devoción por el músculo había un negocio que, explotado correctamente, podría dar jugosas cantidades de dinero. Tambien fue coofundador de la Federación Internacional de Fisicoculturismo (IFBB)
Weider, nacido en 1919, era un niño que crecía en un marginal barrio de Montreal y que sufría constantemente el abuso de pandillas de matones y de otros niños mayores. Pequeño y delgado, el joven Weider empezó a desarrollar sus músculos inspirado por una revista de la época. Se construyó unas mancuernas con chatarra de coches desguazados y poco a poco su físico creció a lo ancho. El chico que fue rechazado en un club de lucha porque el entrenador tenía miedo a que su frágil cuerpo se lesionara, fue invitado a entrar en gimnasios de culturismo. Según narró el propio Weider, cuando entró al recinto por primera vez, se quedó maravillado por la hermandad y el compañerismo que había.
Fascinado por ese mundo, Weider arrastró a su hermano Ben y fundaron una pequeña revista de musculación a principios de los cuarenta. También alquilaron teatros de Montreal para organizar campeonatos de culturismo. Poco a poco, los Weider se convirtieron en una referencia y se mudaron a Estados Unidos para conseguir mayor proyección. No tardaron en fundar la Federación Internacional de Fisioculturismo, órgano del que Ben fue presidente durante varias décadas, y en 1965 crearon Mister Olympia, el certamen internacional donde compiten los mejores culturistas a nivel internacional.
Pero Weider sabía que todo deporte necesita una estrella, alguien con el carisma suficiente para poner en el mapa un deporte minoritario. Y el canadiense encontró a su astro en Austria. En 1968 presenció cómo un joven llamado Arnold Schwarzenegger se imponía en una competición local en el país centroeuropeo. Fascinado por el físico del culturista, Weider le convenció para que se fuese con él a los Ángeles y le ofreció que escribiese en sus revistas mientras le programaba las rutinas de ejercicios con pesas. El futuro actor fue el más famoso discípulo del método Weider de entrenamiento.
“No solo inspiró mis sueños
de infancia, los hizo realidad”,
aseguró el actor
Schwarzenegger siempre dio muestras de agradecimiento hacia el canadiense, al que considera un mentor. “No solo inspiró mis sueños de la infancia, sino que los hizo realidad el día que me invitó a irme con él a EE UU para proseguir con mi carrera en el culturismo”, publicó en su web el exgobernador de California. Los agradecimientos no parecen exagerados, sobre todo si se tiene en cuenta que Weider consiguió a Schwarzenegger su primer papel como actor en la película Hércules en Nueva York, todo un logro porque el austriaco apenas chapurreaba el inglés en aquel entonces.
Con la estrella mediática que quería, Weider encumbró el certamen de Mister Olympia. Schwarzenegger venció en siete ocasiones, lo que levantó algunas especulaciones entre el resto de participantes, que siempre sospecharon que los jueces favorecían al protegido del dueño.
En las décadas de los setenta y ochenta, el imperio no hizo más que crecer. Las revistas publicadas superaron la docena, los métodos de entrenamiento estaban generalizados en los gimnasios y los productos nutricionales llenaban las estanterías de las tiendas de alimentación deportiva. La eficacia de algunos de esos suplementos fue puesta en cuestión por asociaciones de consumidores, pero Weider siempre defendió su calidad.
En 2003 el empresario vendió sus publicaciones por 350 millones de dólares, pero mantuvo participación en algunas de las revistas. Vivió un retiro dorado en sus últimos años y a pesar de su avanzada edad siguió haciendo ejercicio, aplicándose su máxima de que “no hay edad para cultivar el cuerpo”. “Tarde o temprano la gente reconocerá que el cuerpo humano es otra forma de arte”, llegó a decir.
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