Ni las toallitas húmedas, ni los bastoncillos para los oídos, el aceite o la lejía, cosméticos, ni jabones deben acabar en el inodoro, "que no es un basurero", recalcó la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamientos (AEAS), al presentar un manual de buenas prácticas del uso del váter.
Término que recogemos del inglés, "water closet", literalmente el armario del agua, el inodoro o excusado, el más español váter, no es la trampilla que todo se lo lleva, dicen quienes ya identifican esa tendencia.
Reunidos en el Congreso Nacional del Medio Ambiente (Conama), un grupo de expertos advirtió sobre el gran impacto en la gestión del agua de algunos productos que acaban en el sistema de alcantarillado, comprometiendo la calidad del agua y la sostenibilidad de su gestión.
Según los gestores de las redes de saneamiento y estaciones depuradoras de aguas residuales, cada vez se encuentran más contaminantes en las aguas recogidas del sistema urbano, muchos de imposible tratamiento en las plantas convencionales y en concentraciones progresivamente más altas.
El problema, aseguran, "va a más" y se asocia con el creciente uso domiciliario de productos que son vertidos al alcantarillado a través de los desagües domésticos, entre los que señalan también los posos del café y té.
El proceso de depuración se encarece por el mayor consumo energético que requiere atender las frecuentes obstrucciones en colectores y redes de saneamiento, señalan en el documento de trabajo del grupo, reunido por el Conama.
Al parecer, es ya rutinaria la eliminación vía desagüe de disolventes y compuestos orgánicos, detergentes no biodegradables, pinturas, lacados, aceites de fritura y otras grasas, además de productos de higiene personal, abonos y fitosanitarios.
En las estaciones depuradoras se observa también la presencia en el agua residual de medicamentos como ibuprofeno, codeína y hasta determinadas hormonas que aparecen como sustancias metabolizadas en las excreciones, al igual que drogas como cocaína, heroína y otras químicas o de diseño.
Entre los más difíciles de eliminar están los ansiolíticos, fármacos de uso psiquiátrico, como los antiepilépticos y los betabloqueantes, cuya presencia en receptores libres (ríos, lagos y mares) ya se ha identificado, al igual que sus efectos en los organismos acuáticos, aunque no se considere un problema de salud pública.
Según se estableció durante la jornada de trabajo, las campañas vinculadas al consumo del agua y el incremento de la tarifa ha conseguido sensibilizar al consumidor urbano e industrial, que ha reducido el consumo, lo que ha disminuido el caudal de entrada en las estaciones depuradoras, pero no los vertidos exóticos, lo que ha resultado en una mayor carga contaminante.
En la lista de "10 cosas que no deberías tirar al WC" elaborada para el Conama, la AES destaca que solo las toallitas húmedas, los bastoncillos y otros textiles suponen un incremento del 18 por ciento en el coste de funcionamiento de una depuradora en una ciudad de tamaño medio.
De la lejía, amoniaco y cloro, que aparecen en el segundo puesto de la lista, dicen que son sustancias que son capaces de oxidar la materia orgánica y que con solo 40 mililitros en un litro de agua pueden matar a una persona.
Fármacos, cosméticos y drogas; pinturas y disolventes; jabones y detergentes; materia orgánica (a través de los trituradores de basura, que desaconsejan); aceites vegetales usados; grasas de automoción; pesticidas e insecticidas y líquidos de equipos domésticos de tratamiento de agua (para reducir la cal), completan la lista.
Su recomendación final, reducir el consumo del agua, regular la publicidad en la que se incluye la característica de biodegradable en productos que acaban en el inodoro y fomentar la separación de residuos. "El saneamiento público no es un pozo ciego en el que se echa todo lo que sobra".
No hay comentarios:
Publicar un comentario