Mucho se ha hablado, planteado y replanteado sobre la píldora
masculina, pero lo cierto es que aún no aparece como una realidad
tangible que pueda obtenerse en el mostrador. Sin embargo, esto no quita
que las investigaciones se encuentren en su punto más febril con
laboratorios como Organon y Schering, disputándose palmo a palmo la
vanguardia en esta carrera por ganar el mercado. En efecto, las pruebas
se perfeccionan día a día pero no caigamos en el error de pensar que es
una lucha reciente. A decir verdad, y haciendo un poco de historia,
podemos decir que la carrera por la píldora masculina se pensó en los
años sesenta como algo viable. Desafortunadamente, las ideologías
culturales y sociales de la época, donde el machismo imperaba, hicieron
inviable y poco rentable el proceso que quedó dormido hasta que en los
ochentas, de mano de la liberación femenina, se retomó aquel interés.
Fue la OMS
quien abanderó estos estudios en la segunda mitad de la década de los
ochentas, haciendo que el panorama se hiciera prometedor. Sin embargo,
han pasado dos décadas y recién podemos hablar de que estamos en la
recta final del proceso de manufactura de la píldora masculina.
El camino no fue fácil y evidentemente no se puede creer que la
relativa facilidad que asistió a la creación de la píldora contraceptiva
femenina iba a trasladarse a su contraparte masculina. En efecto, en
aquella, el asunto pasaba por detener la producción de la ovulación que
se da una vez cada mes aproximadamente, pero en el caso de los hombres y
su escenario, estamos hablando de detener una producción diaria y por
millares. El esperma masculino es un proceso continuo, pensado por la
naturaleza para que el hombre esté siempre preparado para una eventual
cópula, apenas se topará con una mujer fértil en su camino.
El instinto de supervivencia de la madre naturaleza diseñó este
mecanismo para asegurar la supervivencia de la especie. Los científicos
se topan entonces con el primer gran escollo. ¿Cómo parar este
megaproducción de esperma? Afortunadamente los estudios preliminares
mostraron que no era necesario poner esta producción en el cero absoluto
sino que bastaba con hacerla descender hasta cierto tope. La cifra de
corte se estableció –gracias a los estudios de la OMS- en 3 millones de
espermatozoides. Cualquier número por debajo de esta cifra es sinónimo
de infertilidad.
Entonces, las primeras luces comenzaban a encenderse y señalaban el
camino que se debía seguir. Por otra parte, se vio que la testosterona
administrada exógenamente era muy eficaz en hacer descender la cuenta de
los espermatozoides muy por debajo del nivel requerido. Esto se basa en
el sistema de retroalimentación del cuerpo humano que, al reconocer la
presencia de cantidades elevadas de testosterona en sangre, detiene la
producción endógena de la misma. Aparentemente, todo quedaba a tiro de
cañón pero no era tan sencillo. Este aumento de los niveles normales de
testosterona para el hombre común, acareaba otros tantos efectos
secundarios, indeseables por cierto. Para comenzar, se observó una
disminución significativa de la producción del HDL,
el colesterol de alta densidad, también conocido como colesterol bueno,
de vital importancia para un correcto funcionamiento del sistema
circulatorio del cuerpo. Otro efecto adverso era sobre la próstata ya
que el exceso de testosterona hacía que se metabolizara en
dihidrotestosterona que entre otras cosas se encuentra relacionada con
la, hiperplasia de próstata, la aparición de acné y la alopecia o calvicie. Otros datos arrojaban cambios de humor en los usuarios de testosterona que presentaban una agresividad más marcada.
A su vez, la administración de testosterona por vía oral,
representaba una sobrecarga para la función hepática. Esto se resolvía
administrando testosterona en su forma inyectable, pero no se resolvía
aún el problema de los efectos colaterales. Y así entramos al presente
milenio. Se pensó entonces en combinar la testosterona con otra hormona
que hiciera desaparecer o mitigar estos efectos secundarios indeseables.
Todo apunta a que la progesterona es la candidata natural a cumplir
este papel. Los estudios indicaron que esta combinación de testosterona y
progestina, bajaba la producción de espermatozoides por debajo del
millón por centímetro cúbico y manteniendo los efectos secundarios a
raya en un corto y mediano. Es así que ahora los estudios se enfocan en
los efectos a largo plazo antes de lanzar la píldora masculina al
mercado. Se ha visto que la progesterona actúa mucho mejor cuando es
administrada de manera transdermal, es decir a través de la piel,
mediante parches que la liberan gradualmente en el organismo. Entonces,
aún no podemos hablar de “píldora masculina”. Por otra parte, aún pasará
algún tiempo para desarrollar este contraceptivo masculino pues la
calibración de estas sustancias debe ser milimétrica. Recordemos que la
progesterona es utilizada en la llamada “castración química” de los
convictos por agresión sexual.
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