Me he puesto a buscar información al respecto y he visto que hay muchos grupos organizados en ambos bandos, defensores y defractores, pero realmente mi posición es firmemente contraria a la caza de animales salvajes sin ningún tipo de necesidad, solo por OCIO o DIVERSION. Bajo mi punto de vista, ya matamos suficientes animales en nuestras granjas para cubrir nuestras necesidades alimenticias.
Cazar no es otra cosa que asesinar
Los argumentos utilizados por los cazadores y su entorno cinegético están empapados de mucha lírica, y poca ética razonada.
Cazar no es otra cosa que disparar a un animal con intención de asesinarlo. La palabra asesinar es definida en el Diccionario de la Lengua como: “ Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc”. Ésa es la definición exacta de lo que realiza todo cazador. Sin embargo, en las retóricas palabras del cazador, es necesario asesinar a animales inocentes, ya que “si de verdad quieres integrarte en esa Naturaleza, la única manera de conseguirlo es cazando. Hasta cuando tiras de navaja y te llenas las manos de sangre para eviscerar y desollar una res, si se da el caso. Entonces vuelves al origen de la especie y eres un poco Cromagnon, un poco águila, un poco lince, un poco lobo”.
Los animales son aterrorizados y exterminados por los cazadores. Pero para los animales que caen, muertos o heridos, por las balas y perdigones de los 980.000 cazadores que hay en España, su vida es tan importante como para nosotros la nuestra.
El cazador, sin embargo, tiene sus propios “motivos” para aterrorizar y asesinar a animales, porque al parecer “quien no ha sentido la arrogancia del jabalí defendiendo su vida a dos metros, avisando que sus armas también son milenarias se conforma con la asepsia de la imagen con voz en off entre dos cortes de anuncios”. Esto, obviamente, no es más que retórica en defensa del disfrute a costa de dañar a otros.
Cazar no es respetar a los animales
En la demagogia propia del cazador, se afirma que “la caza tiene para muchos cazadores un alto grado de sentimiento, de emoción y de valoración vital, esa llamada que les lleva a buscar el campo, el monte, la naturaleza, en el sentido amplio del término, como parte fundamental de su existencia”. Por mucho sentimiento y emoción que produzca a un cazador asesinar a tiros a un animal, el acto sigue siendo moralmente injustificable.
Lo más desasosegador de todo este vacío discurso lírico del cazador es el comprobar cómo intenta transmitirlo a la siguiente generación. Cómo, una vez que se autoproclama “depredador”, intenta inculcar esta errónea concepción a su descendencia: “ si además llevamos compañía (un hijo, por ejemplo), estaremos deseando que llegue ese día [el de la caza] e iremos pensando cómo le enseñaremos a vencer a las piezas, esa ilusión de transmitirle el verdadero sentido de la caza, de hacer comprender a ese hijo nuestro (que aunque no lleve escopeta ya es un cazador) que la caza es un arte noble, en donde hay que respetar al animal que se caza, y hay que darle las suficientes ventajas de defensa, y cazarlo en su terreno, venciéndolo a base de pensar como él, hacer ejercicio y sudar la pieza, y darla una muerte noble, y que en caso de que ella nos toree nos habrá vencido y se merecerá sobrevivir para transmitir su genética a su descendencia”.
¿Cómo se va a poder “respetar” a quien se asesina injusta e innecesariamente?, ¿Qué “arte noble” es aquel que se basa en romper familias de animales, exterminar poblaciones y aterrorizar a seres con la capacidad de sufrir y disfrutar? ¿Quién se puede creer en su legítimo derecho de decidir qué animales “merecen sobrevivir” y cuáles no? Desde luego, no aquellos que arma en mano siembran el terror, el sufrimiento y la muerte a millones de animales en todo el mundo.
Tenemos la obligación moral de educar a las siguientes generaciones en el verdadero respeto hacia los animales. Se lo debemos a los animales. A todos ellos. Y esto pasa por aprender a ver a los demás animales como individuos cuyos intereses han de ser tenidos en cuenta, y que no deben ser discriminado por ser de una especie distinta a la nuestra. Un deber desatendido desde hace demasiado tiempo.
Cifras que ocultan historias de sangre
Cada año en España los cazadores acaban con la vida de alrededor de 60.000 ciervos, 120.000 jabalís y otros 30.000 animales más de las especies gamo, muflón, corzo, rebeco, arruí, cabra montés y lobo. También acaban con la vida de un millón de liebres, cuatro millones de conejos y 140.000 zorros.
Las aves tampoco se libran de los disparos de los cazadores. Cada año acaban con la vida de tres millones de perdices, un millón de codornices y cinco millones más de otras aves entre las que se encuentran faisanes, palomas, ánades y patos. Sin embargo estas cifras resultan muy conservadoras. Otras fuentes estiman en 30 millones los animales asesinados anualmente en cotos de caza públicos y privados. Incluso estas otras cifras difícilmente se ajustan a la realidad, ya que si “calculamos la relación entre el número de cazadores -en torno al millón- y las piezas abatidas, nos encontraríamos de nuevo con la consumada desigualdad. Porque apenas tocarían a una pieza por jornada hábil y cazador, cuando de todos es sabido que algunos cazan hasta varios centenares de animales al año”.
Se estima que los cazadores realizan anualmente 250 millones de disparos en las jornadas en las que resulta “ legal” cazar. Los territorios en los que está permitido cazar ascienden al 85% de todo el territorio del país. Sólo en Andalucía el número de cotos de caza asciende a 9000.
Todos estos millones de animales mueren anualmente por los disparos de los 980.000 cazadores existentes en España. Además cada año visitan España 25.000 cazadores extranjeros. Sólo por matar a estos millones de animales los cazadores pagan anualmente 76 millones de euros. Además, por la utilización de las tierras cinegéticas pagan 86 millones de euros más. En la Unión Europea los cazadores gastan una media anual de 10 billones de euros. Como se puede ver, la caza es un gran negocio.
Animales muertos, cazadores orgullosos
El negocio de la caza se baza en obtener beneficios a costa del asesinato de animales. Toda la demagogia y la retórica utilizada comunmente por los cazadores y quienes defienden la caza no puede ocultar este hecho. Los animales son asesinados impunemente por el mero hecho de obtener una satisfacción personal. Esto resulta moralmente injustificable. Aun así, el cazador dice “reverenciar la naturaleza” y esta reverencia, al parecer, “ emana de su primera salida de caza, que es vista como una iniciación a un mundo invisible para los que no cazan”.
La realidad, sin embargo, es que millones de animales mueren injusta e innecesariamente. Muchos son heridos y mueren agónicamente. Se asesina a madres e hijos, a familias enteras. Se destrozan una vez tras otra los grupos ya constituidos de animales, con los perjuicios que esto supone para los supervivientes.
Las actividades cinegéticas, con la caza al frente, representan una industria más de explotación animal. En ella “se ha aumentado la intervención del ser humano sobre las especies de caza orientada no sólo a extraer individuos sino a favorecer su producción”.
Los cazadores actúan para no dejar nunca de tener víctimas
“A medida que la caza va cobrando protagonismo como actividad económica en ciertas áreas, se favorece una intensificación de las actuaciones encaminadas a promoverla,
dando origen a la gestión cinegética. La gestión puede perseguir como objetivo aumentar la densidad y productividad de las especies de caza, o mejorar la calidad de sus trofeos”.
La llamada “ caza menor” está “ dirigida hacia cualquier tipo de individuo de la población sin criterio alguno. El efecto inmediato es un aumento en la mortalidad general, especialmente la de individuos jóvenes e inexpertos”.
La “caza mayor” está principalmente “dirigida hacia los animales portadores de “trofeos”, es decir los machos”. Sin embargo, para que la población de los animales (en especial de ciervos) mantenga un equilibrio entre machos y hembras, los cazadores realizan constantemente “descastes”. Los descastes son “ la eliminación de un considerable número de ejemplares al margen de los abatidos en los “lances cinegéticos”. Es decir, además de los ejemplares trofeo, suele ser necesario eliminar hembras y ciertos machos defectuosos que supuestamente no llegarían a producir un buen trofeo”.
Para llevar a la práctica estos asesinatos y reducir el número de hembras, los cazadores dicen que “ los datos que existen hasta el momento indican que para reducir la densidad de las hembras el método más aconsejable es la eliminación de los grupos familiares enteros”. De esta manera los cazadores se aseguran que siga habiendo un número suficiente de machos para poder seguir coleccionando las cornamentas de los animales.
Retórica, demagogia y “ disfrute del cazador”
Estas son, por lo tanto, algunas de las consecuencias que la práctica de los asesinatos de los cazadores tienen para los animales. Los cazadores se proclaman como los depredadores que mantienen un equilibrio ecológico Un equilibrio que gustosamente intentan mantener con la práctica de su injusta e inmoral afición, eliminando no solo a los animales que consideran potenciales víctimas o trofeos, sino también a todos aquellos animales que les molesten para hacer esto.
En ocasiones, esa práctica se ve incluso defendida o hasta obligada por las autoridades. Esto ocurre, por ejemplo, con los decretos destinados a exterminar a los animales de especies clasificadas como alóctonas, que los cazadores aplauden, pues les permite cazar a animales como muflones, malvasías u otros. Sin embargo, esto no justifica el asesinato de animales. La apelación al impacto ambiental de los animales para asesinar a estos solo puede ser aceptada si defendemos una posición especista, esto es, discriminadora de los animales por el hecho de que no pertenecen a nuestra especie. El hecho es que los seres humanos tienen un impacto en el medio mucho más notable, y nunca se propone como medida para acabar con él matar a seres humanos. Es injustificado, asimismo, hacerlo en el caso de otros animales.
Aun así, ellos persisten en su “defensa de la caza y su cultura, como actividad integrada en la socioeconomía rural y del ocio, y en la defensa de la naturaleza, [que] pasa por la mejor gestión y el buen uso de los recursos cinegéticos”, dentro de lo que al parecer, se acoge el “no permitir que se corten los trofeos (la cabeza con la cornamenta) en el monte, y arbitrar las medidas oportunas para que las reses (muertas) lleguen con rapidez a la junta (lugar de reunión tras la cacería) para el disfrute de todos los monteros”.
Granjas cinegéticas
Las granjas cinegéticas son “explotaciones ganaderas industriales dedicadas a la producción intensiva de especies cinegéticas, destinadas a la repoblación de terrenos o al abastecimiento de explotaciones intensivas de caza".
Es decir, para asegurarse el disfrute de su afición, los cazadores recurren en muchas ocasiones a “comprar” animales en explotaciones de este tipo. Después sueltan a los animales en cotos de caza normalmente privados y los matan en el mismo día de la suelta.
Al parecer, para que los cazadores puedan seguir matando a ciervos o jabalís, “hoy en día las granjas de caza mayor, como zona de cría controlada, son imprescindibles para mantener una posibilidad cinegética suficiente para garantizar la rentabilidad de un coto, hasta el punto de que la caza sea una clara alternativa a la agricultura y la ganadería”.
Las granjas cinegéticas de animales como la perdiz o el conejo son muy numerosas. Abastecen de animales a cotos de caza de toda España, como por ejemplo Andalucía: “la gestión que se lleva a cabo en los cotos andaluces se apoya cada vez más en la repoblación [...] y en los refuerzos poblacionales con animales de granja, en el caso de la “caza menor”.
Así, en una granja cinegética estándar, los cazadores pueden comprar machos de perdiz por 20€, conejos por 9€, codornices por 1,50€, faisanes por 8,5€ o “ perdices para repoblación” por 8€. La “entrega” de los animales se realiza “ o bien con vehículos propios o bien por agencia de transporte en cajas de cartón o de madera desechables”.
Estos animales nunca llegarían a existir para ser asesinados a tiros de no ser por la demanda de los cazadores. Sin embargo, eso no importa a los cazadores, porque si “de verdad quieres integrarte en esa Naturaleza, formar de verdad parte de ella, entrar en su juego, ser un engranaje más en su funcionamiento, su quieres ser un protagonista de ella y no un mero espectador, la única manera de conseguirlo es cazando”. Al parecer hay que asesinar a tiros a animales inocentes para integrarte en la naturaleza.
Las repoblaciones de animales en los cotos de caza
Según la administración, las repoblaciones de animales de pequeño tamaño son “ la liberación sobre el terreno de un coto de caza de ejemplares de una o varias especies de caza menor, con la finalidad de ser cazadas con posterioridad a su liberación, y que se realiza para disponer de piezas de caza en terrenos en los que estas especies son poco abundantes, o en los que el tamaño de sus poblaciones resulta insuficiente para el tipo de aprovechamiento que se plantea”.
Estos animales son criados en granjas para posteriormente ser asesinados a tiros. Los animales son convertidos en mercancía para satisfacer una afición moralmente injustificable.
Tras haber acabado con las poblaciones de animales en sus hábitats naturales, no quedan suficientes animales en el campo a los que disparar, de manera que “ de todas las actuaciones relacionadas con el manejo de la caza, son las repoblaciones sin duda alguna las más frecuentes, y la única forma que muchos cazadores tienen para intentar mejorar las condiciones de su coto”.
Modalidades de caza: cómo se asesina a los animales
Los animales son perseguidos, acosados y asesinados de diferentes maneras. Los cazadores han desarrollado a lo largo del tiempo distintas técnicas con las que conseguir el objetivo de matar a los animales.
Estas técnica están reguladas por normas que pretenden mantener la “pureza” de la caza. Así, en el tipo de caza denominado “montería”, una importante regla para los cazadores es “no permitir que se corten los trofeos en el monte, y arbitrar las medidas oportunas para que las reses lleguen con rapidez a la junta para el disfrute de todos los monteros".
Los cazadores dividen las modalidades de caza en cuatro tipos, que a su vez se dividen en diferentes técnicas. Los animales, como vamos a ver, tienen pocas oportunidades de salir con vida del acoso al que les injustamente les someten estos “ defensores de la naturaleza”.
Técnicas de caza “ tradicionales”
Parany
El parany es una agrupación de árboles o uno solo, preparados concienzudamente donde se colocan las trampas. Son árboles formados por olivos, algarrobos o encinas podados en forma de candelabro en donde tienen cabida las perchas que son el lugar donde el zorzal (4) debe posarse para caer en la trampa, después de impregnarse de una materia viscosa llamada visc. Se lleva a cabo fundamentalmente en Valencia, Cataluña y Aragón.
Filats
Consiste en la captura de los zorzales aprovechando su paso hacia los dormideros o comederos, dependiendo si el puesto es de mañana o de tarde. El cazador se coloca con la red en los pasos más “ apropiados” y pliega la red al paso del zorzal. Es practicado en las Baleares.
Perro y hurón
Practicado en Islas Canarias. Se adiestra a los perros para que detecten madrigueras de conejos. Una vez detectadas el perro comienza a mover la cola frenéticamente. Entonces se introduce al hurón en la madriguera para forzar al conejo a que salga, donde se le mata.
Se estima que unos 30.000 cazadores asesinan así a los animales. Existiendo 20.000 hurones criados en cautividad y alrededor de 60.000 perros adiestrados con este propósito.
Contrapasa
Se entiende por contrapasa el desplazamiento de las aves hacia los países del norte en la época comprendida entre los meses de febrero a mayo. Los cazadores se sitúan en los “puestos” en los que año tras año disparan a las aves migratorias. Existe una directiva y una ley que impide matar a las aves en sus trayectos de regreso a los lugares de nidificación. Los cazadores consideran esta medida “ injustificable”.
Silvestrismo
Captura de pájaros para su “adiestramiento” al canto. Se les apresa con dos métodos diferentes: la red de suelo abatible de dos paños de 8 metros de longitud y el arbolillo artificial con liga de ajonje.
En el caso de la red se utilizan entre seis y diez pájaros cautivos como reclamo para que canten al paso de los pájaros en libertad atrayéndolos.
El arbolillo artificial es un artilugio fabricado en plástico (parecido a los tradicionales árboles navideños) provisto de ramas que se pliegan y despliegan del "tronco" accionando un mecanismo similar a que se incorporan los paraguas. En los extremos de cada rama se montan los "canutillos", en cuyos huecos, se introducen los espartos impregnados de una sustancia viscosa que se obtiene mezclando la alonjera con pez rubia y aceite de oliva. Se utilizan pájaros cautivos de reclamo para atraer a los pájaros libres y que se posen, quedando pegados a las varillas.
Es practicado en Andalucía, Cataluña y diferentes regiones de ambas Castillas.
Cetrería
La cetrería es una práctica por la cual se crían en cautividad aves rapaces para adiestrarlas de manera que cacen animales a las órdenes del cazador.
Es una práctica minoritaria, e igual de injustificable que el resto de modalidades de caza.
Caza con Arco
Esta modalidad ha experimentado un auge en los últimos años. Este auge es debido a que se considera que es las capacidades predador-presa están más igualadas. Sea esto cierto o no resulta igual de injusta e innecesaria que el resto.
Salteo
Modalidad en desuso que se practica montando a caballo y con perros cazando con armas de fuego. Las víctimas son jabalís y ciervos.
Además de las víctimas mortales producidas por los disparos, los caballos son también explotados injusta e innecesariamente.
Lanceo
Modalidad también en desuso. Se practica también sobre caballos y con perros. El cazador porta una lanza de unos tres metros. Las víctimas son los jabalís. Se practicaba principalmente en Andalucía -se ha practicado hasta tiempos relativamente recientes en la zona del coto de Doñana- .
Vaqueo
Los cazadores esperan escondidos a sus víctimas en aquellos lugares favoritos por los animales. Otros cazadores desde largas distancias espantan a los animales intentando que se dirijan hacia el lugar donde les aguardan los cazadores armados. Cuando los animales se aproximan se les dispara asesinándoles.
Ronda
En desuso. Sobre caballo y con una jauría de perros, normalmente doce. Practicada en noches de luna llena. La víctima era el jabalí. Tuvo su origen en Extremadura. Más tarde fue practicada también en Andalucía.
Asesinato de animales de pequeño tamaño
En mano
practicada por varios cazadores conjuntamente, abiertos en ala y a una distancia aproximadamente equidistante, generalmente ayudados por perros, con el objeto de espantar a las víctimas y dispararles. Puede haber varias “manos” o grupos de cazadores.
En ojeo
Con esta técnica se asesina normalmente a perdices rojas. Sobre un terreno predeterminado se colocan los “puestos” o “pantallas” -alrededor de una docena- en disposición, normalmente, semicircular. Los ayudantes de los cazadores se ubican lejos de los “puestos” y se aproximan hacia ellos gritando para espantar a las perdices y dirigirlas hacia los cazadores armados.
Al salto con perro
Practicada por un sólo cazador con un perro que espanta a los animales para que el cazador armado pueda dispararles. Es la más practicada para asesinar animales de pequeño tamaño.
Con reclamo
Utilizada para acabar con la vida de perdices. Se utiliza como reclamo un macho de perdiz enjaulado que se deja en el suelo. Se practica durante el periodo de celo de estos animales, por lo que es muy fácil que las perdices hembra se aproximen. El cazador armado se sitúa a unos quince metros desde donde dispara a las perdices que se aproximan.
Al paso
Se utiliza para disparar sobre todo a palomas, tórtolas, zorzales y aves acuáticas. El cazador se esconde camuflado en “puestos” que se ubican en las zonas en donde los animales han de pasar para beber, comer o dormir.
Asesinato de animales de tamaño grande
Montería
La más practicada para asesinar a los animales de gran tamaño. Especialmente jabalís y ciervos. En un terreno de varios cientos de hectáreas los cazadores se sitúan en líneas de “puestos” que rodean el terreno. Grupos de ayudantes de los cazadores dispersos por el terreno con jaurías de perros sueltos intentan espantar a los animales para que en su huida sean avistados por los cazadores armados. El número de cazadores hace que en cada oportunidad mueran una gran cantidad de animales. Los que son heridos pueden morir agónicamente, si los cazadores no les encuentran para rematarles.
El rececho
El cazador trata de aproximarse a su víctima a partir del primer contacto visual. Con esta técnica se puede asesinar a todos los animales considerados cazables de gran tamaño, a excepción del jabalí, al que se asesina en las monterías. Para hacerlo más fácil para el cazador con algunas especies de animales se realiza durante la berrea o la ronca.
La batida
Bastante similar a la montería. Pueden utilizarse perros o no. Se suele espantar a los animales sólo desde una única dirección y hacia una sola línea de cazadores armados. El terreno en el que se lleva a cabo la matanza suele ser menor que en el caso de la montería. Se utiliza para asesinar a jabalís, zorros, lobos y, en algunas ocasiones, ciervos, gamos o corzos.
La caza selectiva
Utilizada para asesinar a aquellos animales que no reúnen las características deseadas por los intereses de los cazadores, machos o hembras. Las víctimas pueden ser desde animales enfermos a aquellos cuyo crecimiento no es el esperado. El supuesto objetivo es mantener la “ salud genética” de la especie en los cotos de caza, y el número adecuado de individuos para que las poblaciones de animales se desarrollen tal y como es preferido por los cazadores.
Los cazadores han acabado con la mayoría de predadores naturales de los animales. Los cazadores asesinan preferentemente a aquellos animales con mejor salud (ya que tienen una mayor cornamenta), al contrario que los verdaderos predadores.
Espera
Con esta técnica se asesinan jabalís. Se trata de comprobar los lugares de paso de estos animales, y una vez hecho esto, esperarles escondidos para dispararles. Se suele practicar al atardecer y de noche.
Asesinato de aves acuáticas
Al salto
El cazador se desplaza por zonas húmedas como riberas charcas y juncales. Se hace acompañar por perros que espanten a los animales y una vez muertos vayan en su búsqueda para traérselos.
Al puesto fijo y al paso
Los cazadores se ocultan en los humedales ya sea en barcas o en zonas de juncos. Estos lugares se eligen por ser zona de tránsito para las aves. Se suele utilizar aves de reclamo, que pueden ser aves cautivas reales o aves falsas. Se suele practicar al atardecer.
Toneladas de plomo abandonado en el campo
“Se calcula que los cazadores disparan 200 millones de cartuchos cada año en España. Cada cartucho contiene unos 30grs de plomo (los más empleados son los de 32grs, aunque los de 28 y 36grs son también muy utilizados) en forma de unos 250 perdigones (el número de estos varía entre 68 y 1170 en función de su diámetro), así que un rápido cálculo nos permite deducir que en España se dispersan cada año unas 6000 toneladas de plomo en forma de unos 50.000 millones de perdigones”.
Como consecuencia de esta contaminación masiva, se estima que más de 50.000 aves acuáticas mueren cada año víctimas del plumbismo al confundir los perdigones con piedrecillas. En España, esta es la primera causa de muerte de animales por intoxicación. Esta situación se agrava en los humedales, ya que “en España, con pocos humedales aunque muy importantes, la cifra estimada es de “sólo” 50 toneladas [de plomo depositado en humedales anualmente] ; sin embargo, ello nos ha llevado a tener una de las concentraciones de plomo más altas del mundo en humedales”, con las consecuencias que ello tiene para los animales que allí habitan.
Sin embargo, los cazadores proclaman que “ (...) nosotros, cazadores de vida, bichos medio de campo medio de ciudad, alimañas en uno y otro mundo. Solo a quién siente el campo como hogar, quién sueña siempre con volver, le angustia de verdad perderlo”.
El problema no sólo afecta, obviamente, a las zonas húmedas, puesto que “ en bosques, matorrales, zonas agrícolas, etc, [también] se disparan tiros y, frecuentemente, de manera mucho más intensa que en zonas húmedas (sería el caso español, donde la caza de aves acuáticas representa sólo el 0,8% del total de la caza). Los efectos son menos dramáticos y menos evidentes a corto plazo que los de zonas en donde el agua está presente (...). Sin embargo, perdices, faisanes, y otras aves “cinegéticas” [ también las rapaces] son igualmente víctimas del plumbismo”.
El plomo a largo plazo
Las intoxicaciones de los animales por ingestión de plomo proveniente de los cartuchos de los cazadores, y la contaminación producida es un problema a largo plazo.
“ El plomo metálico es resistente, y se estima que puede tardar entre 15 y 300 años en deshacerse totalmente en la naturaleza. Por tanto, el problema persistirá todavía durante decenios, ya que los perdigones podrán ser ingeridos por las aves muchos años después de haber sido disparados. Una prueba de ello la tenemos en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real: a pesar de que la caza allí está prohibida desde el año 1965, aún se detectaban en 1993 cerca de 100 perdigones/m2 en los primeros 20cms de sedimentos”.
“ Pero si los perdigones se desintegran, aparece otro problema: el de contaminación del suelo y del agua. En efecto, ese plomo metálico se transforma en diversos compuestos químicos, más solubles y más biodisponibles para las formas vivas. Hay que tener en cuenta que sólo un perdigón de unos 120mg de peso y similar a los 50 millones que cada año se disparan en España, disuelto por completo, puede contaminar 12.000 litros de agua hasta el nivel crítico para el plomo de 10 microgramos por litro, valor fijado por la UE y la OMS a partir del cual no es considerada apta para consumo humano [y por tanto, también perjudicial para los animales]”.
A pesar de todo lo expuesto, los cazadores se niegan rotundamente a aceptar leyes que impidan el uso del plomo (aunque sólo sea en los humedales, que representan un 0,8% del territorio en donde asesinan a animales). Estos “defensores de la naturaleza” rechazan que se pueda aprobar esta ley (que, por otro lado, sigue siendo una ley sin ninguna mejora significativa para los animales) aduciendo que:
- 1. La LEY DEL PLOMO es una Ley intervencionista y, más que expropiatoria, confiscatoria.
- 2. La LEY DEL PLOMO es una Ley que enfrenta a los gestores y usuarios de campo (agricultores, ganaderos, forestales, cazadores, pescadores) con el medio natural que ellos mismos han conservado durante siglos.
- 3. La LEY DEL PLOMO es una Ley que va en contra de aquello que dice proteger: el medio natural.
- 4. La LEY DEL PLOMO es una Ley más propia de regimenes autoritarios que de democracias como la nuestra”.
Trampas mortales
El uso de trampas para capturar zorros, urracas, gatos o perros silvestres y otros predadores, que se alimentan de conejos y perdices destinados a los cazadores, es habitual en las fincas de caza menor. Los métodos no selectivos, en los que caen animales a los que no van dirigidos, están prohibidos. Pero en la práctica, algunas comunidades autónomas autorizan el uso excepcional de determinados sistemas como las cajas trampa y los lazos con tope. Este sistema apresa a todo tipo de mamíferos carnívoros, muchos protegidos, como el gato montés, el tejón o la garduña y a aves rapaces como el azor, águila real, águila imperial, entre otras.
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