martes, 18 de octubre de 2011

El derroche de comida en el mundo.

Se puede ser vegetariano o vegano por razones de salud, por respeto a los animales o por motivos ecológicos. Hay diferentes niveles. Algunos se conforman con no probar la carne. Otros tampoco comen pescado. Los más radicales no comen ningún producto derivado de animales, esto es, ni huevos, ni queso, no leche. Para tener una buena salud siguiendo este modo de vida, hay que tomárselo muy en serio y ser muy estrictos con la dieta. Si no, se corre el riesgo de poner en peligro la salud.

Pero hay otro tipo de dieta, los que se llaman “freeganos” (que combina la palabra “free”, gratis en inglés, con el sufijo “-ano”, que significa “seguidor o partidario de”. Es decir, gente que come gratis. ¿Cómo es posible? Consiguiendo las raciones de comida diarias en los cubos de basura de supermercados y restaurantes: en el mundo rico se desperdicia comida y en el Tercer Mundo se mueren de hambre.

Más que la defensa de una dieta en concreto, ser freegano es una forma de protesta, es una forma de decir al mundo que el reparto de comida en el planeta es una vergüenza. Porque cuando hablamos de que en los países ricos de derrocha comida no nos referimos a unos pocos kilogramos. Hablamos de toneladas diarias que van a parar a la basura.

Tristam Stuart es un joven historiador que estudió en Cambridge y autor de varios libros polémicos. En ocasiones, también colabora en programas de radio o televisión y escribe artículos de prensa. A los 16 años decidió hacerse freegano. Desde entonces, se alimenta de lo que los supermercados y algunas tiendas y restaurantes arrojan a la basura. Ha escrito un libro titulado Despilfarro: el escándalo global de la comida. Denuncia las miles de toneladas de alimentos que se desperdician cada día debido al sistema de la cadena alimentaria.

Los que más desperdician, claro, son los estadounidenses. En Estados Unidos, se tira la mitad de los alimentos que se producen. La Unión Europea desperdicia un tercio de la comida, mientras que los japoneses, amantes del pescado y los alimentos frescos, arrojan cada año a la basura productos por valor de once trillones de yenes.

La conclusión es terrible: con toda esa comida que se pierde se podría alimentar varias veces a los más de 1.000 millones de personas que pasan hambre en el resto del mundo.

Todo el sistema está podrido


En la publicación de Despilfarro ha colaborado la ONG Intermon Oxfam. En el libro se recogen datos estremecedores sobre la distribución alimentaria así como fotos de algunos locales llenos de alimentos en perfecto estado, lineales enteros de supermercados, que se pueden encontrar en las calles de las ciudades del primer mundo.

Pero el derroche se produce en toda la cadena alimentaria. Por ejemplo, entre el 20 y el 40% de las frutas y verduras en Europa son rechazadas antes de llegar a las tiendas por feas, ya que la Unión Europea tiene criterios de imagen para desechar la comida. Encima, estos criterios cosméticos ni siquiera garantizan su buen sabor.

El caso del pescado también es llamativo. Entre el 40 y el 60% de las capturas pesqueras en la UE se descarta antes de que los barcos lleguen a tierra por tamaño, por tratarse de especies cuya pesca está prohibida o porque se ha excedido la cuota comunitarias. Eso supone millones de toneladas de peces que se devuelven muertos al mar. Así, la culpa no es sólo de las empresas distribuidoras y de los consumidores. Desde el origen, desde las leyes dictadas por los más altos organismos, es un sistema insostenible y, sobre todo, injusto.

La producción industrial no ayuda a mejorar el sistema. Stuart visitó una fábrica de pan en el Reino Unido y comprobó que se tiraban la primera y la última rebanada de cada pan de molde por motivos estéticos. Es decir, 13.000 rebanadas diarias de pan.

Arrestada por aprovechar comida tirada a la basura


Stuart también critica el método de la fecha de caducidad en los alimentos. Surgió como un método para proteger al consumidor, para que no tomara comida en malas condiciones. Pero en la actualidad es más una estrategia para evitar demandas. La gente no entiende las etiquetas. Creen que se van a enfermar y arrojan a la basura comida en perfecto estado.

Por último, al igual que los algunos vegetarianos y ciertos ecologistas, Stuart piensa que en muchos países se come demasiada carne. El método para producir carne en el mundo occidental no es saludable. Stuart cría cerdos en su granja alimentándolos con restos.

Se ha llegado a dar el caso de una mujer que fue arrestada por coger alimentos que estaban en la basura. El freeganismo es una forma de protesta que cualquiera puede practicar, pero no hay que olvidar que muchos lo hacen por necesidad.

Fuente: ecologiaverde

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