Las armaduras de metal que llevaban los soldados para protegerse en tiempos medievales suponían una pesadísima carga que podía convertirse en una peligrosa desventaja en el campo de batalla.
Esto es lo que acaba de descubrir un equipo de investigadores en una investigación publicada en 'Proceedings of the Royal Society B'. Sus observaciones demuestran que los soldados que cargaban con una armadura en el Medievo gastaban dos veces más energía que los que no la llevaban. Se trata de la primera prueba experimental que pone en evidencia que esta coraza de metal pudo entorpecer la labor de los soldados.
Las numerosas guerras y batallas que se sucedieron a lo largo del siglo XV hicieron que los soldados optasen por enfundarse esta pesadísima coraza para protegerse de sus enemigos. No obstante, parece que no tuvieron en cuenta un pequeño detalle: el peso de estas armaduras oscilaba entre los 30 y los 50 kilogramos. Se piensa que el factor peso pudo ser determinante a la hora de ganar o perder un enfrentamiento.
Mejor en una mochila
"Descubrimos que cargar con el peso de esta manera requiere mucha más energía que llevarlo en una mochila", declaró Graham Askew, un investigador de la Universidad de Leeds que ha liderado el estudio. Askew explica el porqué de este fenómeno: al llevar una armadura, el peso se reparte por diversas partes del cuerpo que se cargan de peso, es decir que cada zancada requiere más esfuerzo. Sin embargo, la mochila implica que el peso está en un sólo lugar y moverse resulta más fácil.
En la investigación participaron diversas Universidades como la de Milán o la de Auckland, en Nueva Zelanda. Además, diversos expertos de la Real Academia de Armaduras de Leeds accedieron a colaborar en el estudio.
Para hacerse una idea fiel de lo que suponía llevar esta pesada armadura, los investigadores contrataron los servicios de actores que están acostumbrados a llevar esta carga porque se la colocan en exhibiciones del Museo de Armaduras Reales de Leeds.
Correr y andar en una armadura
Les pidieron que se enfundasen réplicas idénticas de cuatro armaduras europeas distintas. Acto seguido, se sometieron a unos ejercicios en los que tenían que correr y andar. Mientras hacían las pruebas, los expertos midieron el uso que hacían del oxígeno. ¿Cómo? Con la ayuda de unas máscaras especiales que les permitieron calcular el consumo de energía que supone cargar con este 'lastre'.
Otra de las conclusiones reflejadas en el estudio es que la armadura influye en la respiración del soldado. Los expertos constataron que cuando los participantes se esforzaban, en vez de repirar profundamente, cosa que habrían hecho si no hubiesen llevado la estructura de acero, respiraron más veces pero menos profundamente.
Federico Formenti es un experto de la Universidad de Auckland que también colaboró en el hallazgo. Señala que es posible que "estar envueltos en una armadura hacía que los soldados se sintiesen más a salvo". Sin embargo, añade que "nada más empezar a moverte con una armadura medieval te quedas sin aliento, y esto limitaría la resistencia a la hora de luchar".
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