El que fuera primer presidente de la democracia española, Adolfo Suarez, dimitió de su cargo como jefe de gobierno el 29 de enero de 1981, es decir, hace hoy exactamente treinta años. Atrás, dejó cinco años repletos de incertidumbre e intensidad.
Abandonado y criticado por su propio partido, con una crisis económica nacional profunda y los medios de comunicación y oposicón atacandolo por todos sitios, el por aquel entonces Presidente del Gobierno vio la necesidad de realizar un cambio de dirección en el pais y nada mejor que poniendo su cargo encima de la mesa. Fue una decisión muy arriesgada, tal vez demasiada en una España en la que todabia el ejercito y muchas personas afines al antiguo régimen disfrutaban de muchisimo poder.
Fue sin dudarlo, la primera prueba de fuego de la jovencisima democracia española.
La de 1981 era una España con constante ruido de sables. Acababa de abortarse la operación Galaxia –un intento de golpe que incluía la toma de La Moncloa por parte de los militares– pero en los cuarteles no faltaban quienes aún querían tambalear un sistema democrático recién nacido, al que le tocó lidiar con los ecos de la crisis del petróleo de 1973, en el que ETA pegaba fuerte contra el estamento militar, poniendo casi un muerto diario encima de la mesa y donde ya se atisbaba una inminente llegada de los socialistas al poder.
Pocas semanas antes de su dimisión, Suárez tuvo que lidiar con la Junta de Jefes del Estado Mayor, a los que tuvo que templar y recordarles quién mandaba en España. Quienes conocen bien al ex presidente y trabajaron junto a él, siempre han guardado un respetuoso silencio sobre la motivación personal. Aquel 29 de enero de 1981 Suárez acudió por la mañana a La Zarzuela a comunicar la decisión al Rey. A continuación llamó a Gustavo Pérez Puig, realizador de televisión, hombre con el que estableció amistad en sus tiempos como director de la radiotelevisión pública, para pedirle que le enviase un equipo. Sólo su mujer, Amparo Illana, sabía en ese momento lo que iba a hacer el presidente. En su partido solo lo intuían.
Se lo había comunicado a su esposa la noche anterior tras una tensa cena en La Moncloa con los hombres fuertes de la UCD, un partido que hacía aguas y le presionaba para que no repitiese como candidato. Uno de los que allí estuvieron fue Rodolfo Martín Villa, quien aseguró que todos salieron aquella noche con la impresión de que “Suárez no tenía conejos en la chistera, ni siquiera tenía conejos ni chistera”.
Hoy una enfermedad ha dejado al ex presidente sin memoria y a los españoles con un enigma que aún está por resolver.
Os acompaño un video que muestra un poco el ambiente de por aquel entonces.
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